martes, 12 de septiembre de 2023

RETRATOS DE ZACARÍAS VELÁZQUEZ

Retrato de Zacarías G. Velázquez Tolosa por Manuel Pardo Guerrero. 
Museo Lázaro Galdiano

Zacarías Joaquín González Velázquez Tolosa (Madrid, 1763-1834) es un pintor que pertenece a la tercera generación artística de la familia GONZÁLEZ VELÁZQUEZ, cuya actividad  se desarrolla desde la segunda mitad del siglo XVII a las postrimerías del XIX. 

La saga González Velázquez se inicia en el Arte con el escultor jienense afincado en Madrid, Pablo González y Velázquez (1664-1727) que era hijo de Gerónimo González y Manuela Velázquez, (AHN, Estado-Carlos III, Exp.2244) lo que supone ser el primero en el que se unen ambos apellidos. Estaba casado con Ana María Viret y Liegen, madrileña de origen belga, con quien tuvo tres hijos, todos artistas. De su obra, variada y dispersa, destacaremos la escultura de San Luis que, procedente de la antigua iglesia dedicada al santo, se encuentra en la actualidad coronando la segunda portada de la céntrica iglesia del Carmen en Madrid.

Pablo G. Velázquez Imagen de San Luis en la fachada barroca que procede de la Iglesia de S. Luis Obispo. Iglesia del Carmen. Madrid

Los tres hijos del matrimonio fueron pintores notables: el mayor, Luis G. Veláquez Viret (1715-1763) casado con Luisa Izquierdo Recalde, pintor y decorador, cuya obra puede verse en las pechinas de la capilla de Santa Teresa de la madrileña iglesia de San José; Alejandro G. Veláquez Viret (1719-1772) pintor, escenógrafo y arquitecto que colaboraba a menudo con su hermano mayor, según Ceán Bermudez, "haciendo Luis las figuras y Alejandro los adornos"; y finalmente el pintor Antonio G. Velázquez Viret (1723-1794), quien tuvo dos hijas de María Machado, su primera esposa, Lorenza María, y ocho hijos de su segunda mujer, la madrileña Manuela Tolosa y Aviñón (1740-1797). 

Tres de sus hijos, destacaron en el mundo artístico, Isidro como arquitecto,  Castor, miniaturista y Zacarías, de quien aquí nos ocupamos, como pintor. Completando el ambiente artístico familiar su hija mayor, María, se había casado con Mariano Salvador Maella y la menor, Pilar, con el arquitecto Antonio López Aguado (Madrid, 1764-1831).

Antonio González Velázquez y Viret, padre de Zacarías, se le solía nombrar, incluso en los ámbitos oficiales y especialmente en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de la que fue director, únicamente por el apellido Velázquez, por ser el más sonoro y probablemente para evitar confusiones con otro pintor de su época, el navarro Antonio González Ruiz (1711-1788). De ahí pasó la costumbre o la tradición de utilizar este segundo apellido con el resto de miembros de su artística familia. En todo caso los apellidos González Velázquez se utilizaron a partir de entonces siempre unidos como si se tratara de un apellido compuesto por lo que para poder distinguir a los miembros de las distintas generaciones de la familia es preciso incorporar a estos el apellido materno.

Antonio G.Velázquez Viret: Retrato de su mujer: Manuela Tolosa y Aviñón. MNP
Zacarías G.Velázquez Tolosa. Retrato de su padre Antonio G.Velázquez Viret. MNP
Ambos cuadros, adquiridos en subasta (1988) se exponen en diferentes salas del Museo del Prado


LOS RETRATOS DEL PINTOR ZACARÍAS JOAQUÍN GONZÁLEZ VELÁZQUEZ Y TOLOSA  

No vamos a abordar en este artículo la amplia obra pictórica de Zacarías Velázquez, que por otra parte la consideramos merecedora de un mayor estudio del recibido hasta ahora; nos limitaremos, por su interés, a realizar un repaso de los diversos e interesantes retratos y autorretratos que conocemos del pintor localizados en colecciones públicas. 

El retrato realizado por MANUEL PARDO
(Museo Lázaro Galdiano, Nº inventario 3794, c.1800 (6,5 x 5,2cm.)
Manuel Pardo Guerrero. Rto. de Zacarías G.Velázquez Tolosa, h.1800
Miniatura, Gouache sobre marfil, firmada M.Pardo / fecit. MLG. Madrid

De los retratos de Zacarías Velázquez que en la actualidad se encuentran en colecciones públicas, consideramos cronológicamente el primero -y uno de los más interesantes- el de la Fundación Lázaro Galdiano que fue realizado por su discípulo, Manuel Pardo Guerrero, pintor del que casi nada conocemos aparte de que esudió en la Academia de San Fernando en dos periodos separados probablemente por causa de la guerra; el primero de 1804 a 1808, y el segundo de 1814 a 1821 (E. Navarrete, Alumnos... Rabasf, 1800-1844). En esos años Pardo coincide con su maestro en San Fernando donde este era Académico de Mérito desde 1790 y profesor ayudante en la Sala de Principios desde abril de 1793. No obstante conocemos que solamente aparece matriculado en la asignatura de 'Yeso' lo que nos hace pensar que pudo ser alumno de Zacarías Velázquez en su propio estudio. 

En la actualidad el retrato se encuentra bastante deteriorado y ello a pesar de que la especialista Carmen Espinosa (Iluminaciones, pequeños retratos y miniaturas en la Fundación L.G. 1999) considera que se le puede calificar "como uno de los mejores pintados en miniatura por un artista español durante el primer cuarto del S.XIX". 

El retratado viste el uniforme de Pintor de Cámara lo que llevaría a datar la obra entorno a 1801, año en que recibe dicho nombramiento (descartando la tardía fecha que le asigna el museo de 1815). Considero la posibilidad de que el retrato, por su aspecto joven, pudiera ser incluso algo anterior a la fecha mencionada y el detalle del uniforme hubiera sido añadido tras su nombramiento, lo que justificaría la diferente técnica que, según la información del Museo, se aplica a la vestimenta "empleando demasiada materia pictórica, y el volumen dado a la figura, que no son propios de un retrato miniatura" lo que podría indicar que el uniforme se hubiera sobre-pintado. 

La imagen del pintor, de perfil, con un denso cabello negro cortado y peinado hacia delante, a la moda, con las patillas largas tambien negras, girando la cabeza a su derecha mirando al espectador, nos recuerda a uno de los dos autorretratos de la Academia de San Fernando que consideramos el siguiente en orden cronológico, lo que nos lleva a distinta conclusión que la de Espinosa que considera que Pardo pudo tomar como modelo el Autorretrato de Zacarías de la Academia, cuando realmente podría ser lo contrario, como veremos a continuación. 

El primer autorretrato de la Academia de San Fernando
RABASF Nº Inventario 0704. c.1802 (64 x 52cm.)
Zacarías G.Velázquez Tolosa, Autorretrato. c.1802, Rabasf

Vestido con levita oscura de amplias solapas con un corte transversal y camisa blanca de lazo, con el pelo peinado hacia la frente en un desorden de estudiados mechones y grandes patillas rizadas, ya medio canosas, el pintor muestra una mayor distinción y un aspecto de más elegancia que el que vemos en el retrato de la Fundación Lázaro, en el que a pesar de vestir uniforme presenta un cierto aire desaliñado. El personaje, de perfil, con un gesto de sonrisa contenida, muestra parte del torso sin llegar a la cintura, se gira a su derecha mirando al espectador sosteniendo en su mano un carboncillo, detalle típico de artista que se autorretrata. 

En la información que aporta la Academia consta que el pintor expuso un retrato suyo en 1802, por lo que en ese momento tendría unos 39 años que encajan bien con la edad que representa su imagen. Sobre la entrada de este retrato en la Academia de San Fernando volveremos más adelante cuando hablemos del segundo retrato en esa institución.

El autorretrato del Museo del Prado
MNP Nº Inventario P007492, c.1812 (59 x 46 cm.)
Zacarías G.Velázquez Tolosa, Autorretrato MNP (Expuesto Sala 62A)

El siguiente retrato en el tiempo es el que conserva el Museo del Prado, datado entre 1810 y 1813, lo que nos llevaría a una edad cercana a la cincuentena, con el mismo pelo oscuro, probablemente teñido, peinado de forma muy similar al del retrato anterior, y las patillas prácticamente blancas. Tambien coincide con el retrato de la Academia en su posición y en el tipo de vestimenta, levita de amplias solapas lisas y en este caso la camisa muestra una banda que alza el cuello en lugar de lazo; en conjunto su expresión es más seria mostrando un aire más cercano a la tristeza o la melancolía, quizás afectado aun por la muerte de su esposa Juana Fernández Ginés que fallece en 1809, con ocasión del  nacimiento de su noveno hijo.


El segundo autorretrato de la Academia de San Fernando
RABASF Nº Inventario 0042, c.1823 (46 x 37 cm.)
Zacarías G.Velázquez Tolosa, Autorretrato. Rabasf, c.1823
En el bastidor, escrito a lápiz: "Retrato de Zacarias Velázquez hecho por él mismo."

El segundo Autorretrato de la Academia se diferencia de los anteriores por aparecer girado a la izquierda, aunque mantiene como en los otros su mirada dirigida al espectador. En este caso la vestimenta no aporta una especial distinción, una sencilla levita negra y una camisa blanca, pintadas en ambos casos de forma sumaria con una especie de lazo verde algo desdibujado anudado al cuello. Si nos fijamos en las patillas veremos que no solo van cambiando de color por su encanecimiento -a diferencia del pelo que mantiene su color y su peinado con mínimas variaciones- sino que van disminuyendo de volumen por el paso del tiempo.

Aunque la obra ha sido tradicionalmente considerada como autorretrato, el hecho de que lo sea o se trate de un retrato no es una cuestón pacífica. La especialista Berta Nuñez apunta la idea de que pudiera haber sido realizado por su colega Francisco Folch de Cardona, (1744-1808) retratista de Cámara de Carlos IV, basándose en que dicho pintor presentó en la exposición de 1802 "dos cabezas de Don Zacarías Velázquez". Considero que la fecha de dicha presentación descartaría de forma clara la posibilidad de que una de ellas fuera este retrato, debido a la evidente madurez que muestra el rostro del retratado. Tampoco ampara la autoría de esta obra el hecho de que Folch de Cardona muriera en 1808, según relata Vicente Poleró  en sus Memorias "no saliendo a la calle por no ver a un francés, enfermó y murió en su casa de la calle de Santiago". (Poleró, Recuerdos de Antaño. Patrimonio Nacional).


El retrato realizado por ANTONIO MERCAR
MNAC Nº Catálogo 1132, c.1828 (57,5 x 46cm.)
Antonio Mercar, Retrato de Zacarías G.Velázquez. H.1828. MNAC
Donación de Joan Prats i Tomàs,* 1973

Cerramos la galería de retratos de Zacarías G.Velázquez como la empezamos, con el retrato que se encuentra en el Museu Nacional d'Art de Catalunya, realizado por otro de sus discípulos, igualmente poco conocido, el pintor madrileño Antonio Mercar (Madrid, 1788 - doc. 1833). 

Disponemos de escasa información sobre la actividad de pintor de Antonio Mercar. Sabemos que asiste a los 'estudios mayores' de Yeso y Natural de la Academia de Bellas Artes entre los años 1803 al 1809 coincidiendo en ese tiempo con Manuel Pardo quien, como hemos visto anteriormente, también retrató al maestro. Compatibiliza su aprendizaje artístico con su formación como taquígrafo, recibiendo en ambos casos distinciones por sus aptitudes. El hecho de prestar sus servicios en la redacción del Diario oficial de las Cortes le impedirá dedicarse de lleno a la pintura. De su actividad 'oficial' tambien se conoce que en julio de 1813 presenta un escrito en el que manifieta que por hallarse ya cansada la vista no podía contínuar en su encargo de Taquígrafo de las Cortes, solicitando un empleo compatible con su dolencia y proporcionado al sueldo que disfruta (El Redactor General Núm.763, 17.7.1813). Los años siguientes, al menos hasta 1820, lo encontramos formando parte, como oficial, de la Secretaría del Consejo de Guerra. 

En Junta ordinaria de la Academia de San Fernando de 23 de enero de 1720 se trata su solicitud para ser admitido como pintor aficionado, al no poder completar las pruebas, dadas sus muchas ocupaciones como oficial de la Secretaría del Consejo de la Guerra, pero la Academia le reitera una respuesta previa, en la que se concedió a Mercar que la obra de pensado la haga cuando pueda, respecto de no tener el tiempo limitado  para ello. (Archivo RABASF).

El retrato de Mercar muestra de nuevo el perfil izquierdo del pintor mirando al espectador. La imagen de su rostro es mas frontal que en los retratos anteriores. El aspecto es distinguido y elegante, la camisa blanca vuelve a tener un amplio lazo y el cuello más elevado que las anteriores al igual que el de la levita que tiene una hechura más informal sin solapas. Tambien observamos una mayor elaboración en el peinado ahora más ondulado aunque mantiene el color oscuro, excepto en las patillas, ya completamente blancas. 

    *Joan Prats i Tomás (1901-1973), abogado y coleccionista de arte, casado con Dolores Sedó Peris-Mencheta. Su colección de pintura fue donada al Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). 

Sobre los retratos de la Academia

Existen dos apuntes en las Actas de la Academia respecto a la entrada de los retratos de Zacarías Velázquez en la Institución. La primera se refiere a la donación realizada por el pintor-restaurador Vicente Poléró recogida en el Acta de la Junta ordinaria celebrada el 30 de Marzo de 1868:

    "Donativo del retrato de D. Z. Velázquez. Leída una comunicación del Sr. D.Vicente Poleró donando a la Academia un cuadro que representa el retrato del Sr. D. Zacarías Velázquez, acordó se le den las gracias y se regale un ejemplar de las obras que ha publicado la Academia."

Es conocida la afición coleccionista del pintor y restaurador Vicente Poleró, en especial desde la lectura de sus Recuerdos de Antaño, donados recientemente por sus descendientes a Patrimonio Nacional. Poleró alude en diversas ocasiones a su creciente afición de coleccionista y restaurador aprovechando las posibilidades de encontrar obras de interés "en los desvanes de palacios y casas solariegas..." Y comenta: "Con el trato y conocimiento de algunos artistas y aficionados, determiné estudiar a fondo la restauración de pinturas en vista de la afición que por entonces fue extendiéndose entre los particulares, dada la facilidad de adquirir con ventaja obras estimables de nuestros antiguos pintores".

La referencia a dicha donación tuvo también eco en la prensa del momento:

Revista de Bellas Artes e Histórico-Arqueológica, 13 abril 1868

La segunda referencia a la entrada de retratos de Zacarías Velázquez en la institución la encontramos dieciséis años después en el Acta de la Junta Ordinaria de 28 de abril de 1884:

    "Legado de un cuadro “Cristo en la Cruz” de D. Z. González. De un oficio de la testamentaría de D. Robustiano Boada entregado en cumplimiento de la última voluntad de dicho Sr., el legado que hace a la Academia consistente en un cuadro en lienzo que representa Jesús en la Cruz y un retrato pintado por D. Zacarías González Velázquez. La Academia los recibió con aprecio y acordó dar las gracias a dichos Sres."

El presunto donante, Robustiano Boada, funcionario de Hacienda y pintor de afición, formado en la Academia de San Fernando, que era yerno de Zacarías Velázquez, había fallecido el 6 de enero de 1879, cuatro años antes de esta donación que no se produce hasta la muerte de su esposa, Mª Ana González Velázquez, hija de Zacarías, el 28 de febrero de 1884, dos meses antes de la celebración de la Junta, siendo ella por tanto la verdadera benefactora. Se da la circunstancia que la hija del pintor también lega al Museo Nacional de Pintura y Escultura (Museo del Prado), el retrato de su abuelo Antonio González Velázquez (P002495), uno de los dos retratos pintados por su hijo Zacarías que en la actualidad posee el Museo. Este hecho es objeto de público reconocimiento hacia ella mediante una Real Orden de Fomento publicada en la Gaceta "dando las gracias a los testamentarios de la Sra. Mª Ana González Velázquez por el donativo de un retrato de Antonio Gonzalez Velázquez", noticia de la que se hace eco El Imparcial (23 .6.1884). 

Así pues, una vez constatado por las Actas de la Academia de San Fernando que los dos retratos de Zacarías Velázquez que conserva la institución no proceden del mismo origen, aunque la información que ofrece la web de la Academia atribuya a la testamentaría de Robustiano Boada la donación de ambos retratos, restaría saber cuál de ellos fue el donado por Poleró, y cuál fue legado por la hija del pintor, Mª Ana González Velázquez, viuda de Boada. Una consulta al archivo de dicha institución debería bastar para aclarar este extremo y restituir a cada uno el mérito y el agradecimiento que en justicia les corresponde.