Galería de las Colecciones Reales, a la derecha en primera línea, delante de la catedral de la Almudena. Madrid.
Transcurrido un año desde la apertura de la Galería de las Colecciones Reales y reposado el efecto causado por la novedad y las primeras visitas es el momento de comentar su planteamiento, su edificio y su contenido.
El edificio
Lo primero que llama la atención de la Galería de las Colecciones Reales, es el propio edificio contenedor que ha sido galardonado con varios premios de arquitectura. Su aspecto exterior cumple sobradamente los dos objetivos que al parecer guiaron el proyecto de sus arquitectos, Emilio Tuñón Álvarez (1959) y Luis Moreno Mansilla (1959-2012), que se propusieron que el edificio formara parte integral del paisaje de la cornisa poniente de Madrid y no estorbara el carácter monumental del conjunto arquitectónico formado por el Palacio real y la catedral de la Almudena.
Arquitectos Mansilla y Tuñón (Arquitectura)
Efectivamente, el edificio a pesar de su gran volumen solo puede verse desde el otro lado del rio, pues está excavado en la roca y actúa como una pantalla en la cornisa de la ciudad que se abre a los jardines del Campo del Moro sin apenas alterar el entorno que le rodea ya que es invisible tanto desde la calle de Bailén como desde la explanada que separa la Catedral y Palacio real.
El efecto de la profundidad de la excavación se evidencia desde el momento en que se efectúa la entrada al edificio que se realiza a nivel de la planta 0 y a partir de ella se inicia el descenso a las otras tres plantas que lo integran a las que se accede a través de unas interminables rampas por las que pocas personas descienden y menos aun realizan el trayecto inverso, a pesar de que su monumentalidad invita a visitarlas. Se informa que el edificio tiene 145 metros de largo, una altura superior a seis pisos y un volumen de 40.000 metros cuadrados de los que 8.000, incluyendo las rampas, son de uso público que se reparten en tres grandes salas expositivas: la A, de los Austrias (1516-1700), la B, de los Borbones (1700-1808, 1813-1868, 1874-1931 y desde 1975 hasta hoy) y la de las Exposiciones temporales.
Vista de las rampas de acceso a las salas de exposición
Una vez en el interior y a la vista de las diferentes salas, la primera impresión sorprende y entendemos el porqué se ha decidido sustituir el nombre de 'Museo' por el de 'Galería', aunque resulta un nombre poco acorde con las enormes dimensiones del espacio expositivo que más bien recuerda a un gran almacén o a una fenomenal almoneda; en algún sitio lo hemos visto calificado como 'apabullante contenedor de arte' quizás la definición más adecuada. El llamarlo 'Galería', dicen las personas responsables, se justifica por la vocación de no permanencia de las piezas expuestas que están adscritas a otros sitios reales y de las que se anuncia un cierto carácter rotatorio. De las 170.000 piezas artísticas que al parecer componen el Patrimonio Nacional se exponen unas 650 con la posibilidad de ser parcialmente sustituidas en algún momento posterior. "El concepto galería apunta a lo que podría ser una gran sala de exposiciones permanentes de la propia institución", argumenta la directora de las Colecciones, Leticia Ruiz. De hecho alguna de las obras que iniciaron la andadura han debido retornar a su ubicación habitual. Seria de interés poder acceder a una información puntual sobre entradas y salidas de obras de la exposición.
“Queremos que sea una galería de verdad y que un tercio de las piezas roten, porque las galerías se caracterizan por eso, porque las obras expuestas cambian, y aunque aquí habrá una parte de ellas estables, el público se encontrará con obras que estaban en otros sitios, o que estaban en los almacenes, o en lugares religiosos, de clausura, y que irán y vendrán”, decía en una entrevista la ex-vicepresidenta económica Nadia Calviño, que también debe ser experta en museología. (El País Semanal 4.6.2023).
Otra de las misiones que se han autoimpuesto en Patrimonio Nacional, según su responsable Ana de la Cueva, es mostrar con claridad que las Colecciones Reales españolas son de todos los españoles, es decir, tienen carácter 'nacional', pues “a diferencia del Reino Unido o Francia, en España se hizo un proceso por el que todas estas colecciones se convirtieron en públicas". El primer paso en esa misión didáctica parece que tendría que ser eliminar el calificativo de "reales" para esas colecciones que no lo son desde 1868.
La configuración del espacio
Si los arquitectos que han diseñado el edificio han tenido que superar importantes retos y dificultades, no han sido menores los padecidos para definir las líneas fundamentales de la museografía de la galería y la estructuración de las salas de exposición de la colección 'estable'. Esta tarea estuvo a cargo del arquitecto Manuel Blanco (La Habana, 1955) y su colaborador, también arquitecto, Héctor Navarro (1986) con el soporte técnico de la empresa Empty, S.L.
Arquitectos Navarro y Blanco (Museografía)
Las salas se han dividido longitudinalmente en dos, mediante una línea de paneles fijos-discontinuos formando una especie de barrera permeable en algunos tramos, estableciendo un ámbito de ida y otro de vuelta a través de los que se desarrolla el recorrido histórico del periodo monárquico correspondiente. Esta división de cada sala parece producto de la necesidad de poner orden a la colección, pues la amplitud del espacio, tanto en sentido horizontal como vertical, ha debido plantear muchas dificultades para conseguir una disposición proporcionada y armónica de los elementos expositivos.
Vista de una de las salas en la que podemos ver la línea formada por paneles consecutivos que divide el espacio de forma longitudinal formando una sala de ida y otra de vuelta.
La dimensión y estructura de los espacios ha debido condicionar la selección de las obras a exponer tratando de evitar que parezcan minúsculas en la amplitud que las rodea. Quizás por esa razón están presentes, sobre todo al principio y final de las salas, artefactos expositivos de gran envergadura, como las columnas salomónicas de la Iglesia del Hospital de Monserrat que miden 5,65 m de altura, la Carroza Negra de Mariana de Austria, la Fuente del águila -más propia de la intemperie que del interior- o el Sofá de Isabel II, difíciles de ver en cualquier otro tipo de museo. La presencia de un gran número de tapices de gran tamaño, una de las especialidades de la galería, también parece contribuir a la cobertura de amplias superficies y a la compartimentación de espacios.
La fuente del águila (Sormano) y el Sofá de borne de Isabel I (Ladvocat)
Vista de una de las salas en las que se muestran grandes elementos: columnas salomónicas, tapices, carroza, caballo y caballero armados...
La presencia de paneles repartidos en todo el espacio expositivo, que sirven de soporte a las obras, además de servir de pantallas que permiten la distribución de la gran superficie disponible tienen otra función no menos importante que es la de subsanar una de las principales carencias que presenta el interior del edificio: la ausencia de lienzos de pared que hubieran debido permitir la colocación de la mayor parte de las obras, en especial las textiles y las de carácter pictórico. Las paredes, efectivamente, no existen como tales, están formadas por una sucesión de vanos profundos entre estrechos tramos de muro que crean un efecto de columnata, que vista desde el exterior ofrecen un efecto estético impresionante pero su traslado al interior hace de las paredes superficies impracticables que no pueden servir de soporte a las obras que pensaban acoger. Ello obliga a incorporar una serie de superficies adicionales y paneles que puedan ser utilizados como expositores.
Vista parcial de la Sala dedicada a los Borbones
Pero la principal disfuncionalidad de ese tipo de muro columnario tiene que ver con la iluminación de los recintos, ya que los vanos mencionados realmente son enormes ventanas que podrían haber dado luz al espacio, pero al estar cubiertas con planchas de madera de una sola pieza no permiten modular la entrada de luz ya que están configuradas para estar totalmente abiertas o totalmente cerradas lo que solamente podría producir efectos de luminosidad excesiva o de oscuridad total. Esta última es la solución por la que se ha optado teniendo como resultado la necesidad de iluminación artificial exclusiva, para mi gusto claramente insuficiente, pues la conjunción de luz vertical con la abundancia de paneles expositivos llena los espacios de luces y sombras.
Vista parcial de la Sala A de la Galería,
Las obras expuestas
El interés del conjunto de obras de arte expuestas es innegable aunque, como hemos comentado, en buena parte su presencia parece condicionada por el espacio al que han debido amoldarse. Es por ello que abundan los tapices que como hemos comentado cubren grandes superficies y es una de las especialidades artísticas de Patrimonio Nacional.
También la pintura ocupa un lugar importante en la Galería en la que podemos admirar muchas obras del mayor interés, pero solo algunas de gran tamaño como el famoso Caballo sin jinete de Velázquez, los retratos de Isabel Farnesio y Felipe V a caballo de Van Loo o el retrato de Juan José de Austria a caballo de Ribera, se adaptan de forma óptima al espacio que las rodea
Obras de grandes artistas como la Salomé de Caravaggio, el Cristo de Tiziano, los pasteles de Tiépolo, la Sagrada Familia de Lavinia Fontana, los retratos de los Austrias de Rubens, Pantoja o Carreño, los de los Borbones de Rigaud, Meléndez o Van Loo; el políptico de Isabel la Católica con sus quince tablitas, de Juan de Flandes, las escenas de la vida de Cristo de Mengs, los cartones y retratos de Goya, el San Cristóbal de Patinir, y tantos otros, Ribera, Houasse, Watteau, etc. a pesar de su importancia no parecen capaces de captar la atención del visitante como debieran.
Además de las artes mayores, existe una amplia e interesante presencia de una gran variedad de elementos de artes decorativas que aportan curiosidad e información histórico-artística sobre el estilo de vida de las casas reales a lo largo del tiempo.
Reloj de sobremesa John Ellicott H.1757
En cuanto a la escultura, no es lo más sobresaliente de la Galería, diversas obras en bronce o mármol de pequeño tamaño de factura francesa o italiana, un Felipe II tullido y deteriorado que a pesar de ser de Pompeo Leoni aquí parece fuera de lugar. A destacar la obra que se ha convertido en gran estrella de la exposición, El arcángel san Miguel venciendo al demonio, una de las más bellas realizaciones de La Roldana, que debería disponerse de forma que pudiera rodearse completamente por los visitantes facilitando una visión más integral de la misma, su hermosa capa, sus inscripciones y sus curiosos detalles; también podría repensarse su iluminación ya que aporta el mayor protagonismo al diablo con el torrente de luz que le cubre, mientras la preciosa cara del arcángel, que parece ser la de la escultora, queda en sombra.
Taller de Luisa Roldán y los hermanos Luis y Tomás de los Arcos.
El arcángel san Miguel venciendo al demonio (1692)
Un cambio curioso se ha producido en el proceso de restauración realizado en los talleres del Palacio Real por la restauradora de Patrimonio Nacional Ana Loureiro que afecta al tamaño de los cuernos del diablo.
Detalle de la cabeza del diablo antes y después de la restauración.
"Las radiografías mostraron que los cuernos del demonio no eran originales, así que los quité y los reconstruí, basándome en fotografías antiguas, para devolver a la pieza el aspecto que tenía en 1692, cuando la escultora la entregó”, explica la restauradora. (Cabe preguntarse quién pudo tener la ocurrencia de alargar los cuernos del pobre diablo.)
Para terminar y aunque se trate de un
'asunto cerrado' considero que debería volver a estudiarse la posibilidad de incorporar a la Galería algunas de las obras que Patrimonio Nacional tiene depositadas en el Museo del Prado, en especial las de
El Bosco:
El jardín de las delicias y
La mesa de los siete pecados capitales, serían un importante foco de atracción, elevarían el nivel de las colecciones y además podrían exponerse con carácter permanente aportando mayor estabilidad a la Galería.
El Bosco. Detalle del panel central del Tríptico del Jardín de las delicias
Patrimonio Nacional en depósito en el Museo del Prado
Transcurrido un año desde su apertura se han empezado a producir cambios en base al anunciado sistema rotatorio de parte de las colecciones, parece que se ha retirado alguna pieza, también se ha informado de la adquisición de algunas nuevas y se ha puesto en marcha el programa de “La obra invitada”, empezando con un magnífico Retrato de Felipe II por Antonio Moro del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Todo ello indica una decidida actitud de mantener viva la institución y quizás sea este uno de sus aspectos más interesantes, siempre que vaya acompañado de una puntual información. La actual página web de la galería puede ser el medio para informar sobre los cambios que se vayan produciendo; en la actualidad la página muestra la información de alrededor de cien piezas de las 650 que se dicen expuestas. Es un camino iniciado que esperamos se vaya completando y actualizando con la información del conjunto de la colección tanto de la que tenga carácter estable como de la que se exponga en cada momento.
En resumen considero que hay que felicitarse por la existencia de este nuevo espacio expositivo -se llame como se llame- que nos da la oportunidad de poder admirar las obras que han ido conformando el patrimonio histórico y artístico nacional, todo ello en un edificio que por su importancia e interés arquitectónico ejerce una potente influencia -no siempre positiva- en el planteamiento museográfico de la colección.