Para hablar del retrato de Giovanna de Austria que pudo ser pintado por Sofonisba Anguissola es preciso que nos acerquemos a su figura a través de los personajes que la rodearon, empezando, naturalmente, por su padre, Juan de Austria, siguiendo por su marido, Francesco Branciforte y terminando por su hija, Margarita de Austria Branciforte. La historiografía italiana relativa al vencedor de Lepanto es muy amplia y aporta detalles y matices de un conocimiento que se echa en falta en la historia española.
Un respiro en la vida de Don Juan de Austria
Don Juan de Austria MNP (det.) Mº del Escorial. Atribuido a Pantoja de la Cruz
(Una atribución bastante dudosa pues hacia 1567, si nos atenemos a la edad que representa D. Juan de Austria, alrededor de 20 años, el pintor tendría unos 15 y no se le conocen obras tan tempranas. Se ha apuntado la posibilidad de que sea una copia posterior de un original italiano.)
Después de sus éxitos en las guerras en el Mediterráneo que culminan en la gran batalla de las islas Curzolari, más conocida como batalla de Lepanto, Don Juan es aclamado en todo occidente como principal artífice de la derrota del turco. El propio papa Pío V cuando conoció la noticia de su triunfo le escribió una carta en cuyo encabezamiento decía: “Al hombre enviado por Dios de nombre Juan”.
Felipe II decidió entonces que su medio hermano, se quedara en Italia con la perspectiva del nombramiento de vicario general que nunca llegó a producirse. Algunos historiadores consideran que tras la enorme celebridad adquirida por Don Juan, el rey prefirió que permaneciera lejos de la Corte y de su persona.
Felipe II decidió entonces que su medio hermano, se quedara en Italia con la perspectiva del nombramiento de vicario general que nunca llegó a producirse. Algunos historiadores consideran que tras la enorme celebridad adquirida por Don Juan, el rey prefirió que permaneciera lejos de la Corte y de su persona.
Su llegada a la ciudad de Nápoles fue celebrada con grandes manifestaciones populares, arcos de flores y banderas. Don Juan, con veintisiete años, encuentra en Nápoles una vida alegre llena de fiestas y frivolidad, justo lo contrario de la austeridad y la monotonía de la Corte madrileña.
El mercado de Nápoles a principios del XVII por D. Gargiulo
El príncipe vive con alegría este periodo participando en toda clase de fiestas y recepciones y sobre todo disfruta de una muy activa vida amorosa. Aunque nunca se casó, Don Juan de Austria tuvo un gran éxito con las mujeres, era guapo, simpático y tenía buen porte, por lo que parece era la antítesis de su hermano en todos los aspectos. Se sabe que durante el tiempo que estuvo en Italia amó a más de una joven napolitana, aunque solo de algunas se ha conservado memoria, como Zenobia Zaratosio, que terminó, como tantas de su época, en un monasterio para ocultar un parto prematuro fallido; o como Ana de Toledo, esposa del gobernador de Nápoles, cuya historia tuvo un trágico final con la muerte de la dama.
Pero la que aquí nos interesa es la joven sorrentina de familia aristocrática, llamada Diana Falangola de la que el príncipe escribía a su hermana Margarita diciendo que era "una de las mujeres más bellas de toda Italia". De la relación con esta dama nació el 11 de septiembre 1573 en el convento benedictino de Santa Patricia de Nápoles, apartada de la curiosidad popular, una niña que fue reconocida por Felipe II quien propuso que fuera llamada como su hermana Juana, que había fallecido la semana anterior, y le permitió usar el apellido de Austria. Diana, la joven madre por su parte fue casada poco después con Pompeo Piero Piccolomini, con quien no tuvo descendencia.
Pero la que aquí nos interesa es la joven sorrentina de familia aristocrática, llamada Diana Falangola de la que el príncipe escribía a su hermana Margarita diciendo que era "una de las mujeres más bellas de toda Italia". De la relación con esta dama nació el 11 de septiembre 1573 en el convento benedictino de Santa Patricia de Nápoles, apartada de la curiosidad popular, una niña que fue reconocida por Felipe II quien propuso que fuera llamada como su hermana Juana, que había fallecido la semana anterior, y le permitió usar el apellido de Austria. Diana, la joven madre por su parte fue casada poco después con Pompeo Piero Piccolomini, con quien no tuvo descendencia.
La vida "alegre" de Don Juan en Nápoles termina cuando en 1576 recibe la orden de Felipe II de que abandone Italia para hacerse cargo de la sublevación que se vive en algunas provincias de los Países Bajos contra el gobierno español tras la muerte del gobernador Don Luis Requesens y Zúñiga. Sabiendo la dura tarea que le espera el propio rey le dice con ironía que ahora tenía que hacer penitencia por la vida que había tenido en Nápoles.
Los dos últimos años de Don Juan de Austria en Flandes que fueron muy activos, contó con la colaboración de su sobrino Alessandro Farnese, como lugarteniente en el ejército y persona de su mayor confianza. Consiguió firmar un tratado de paz con los nobles rebeldes (Edicto Perpetuo) aunque la paz no terminaba de instalarse. Es la época en la que Felipe II le envía como secretario a Juan de Escobedo y a pesar de que llevaba la secreta misión de informar al rey de todas sus actividades, el secretario se convertirá en su más fiel e incondicional servidor, lo que probablemente será la causa de su trágico asesinato en una emboscada. Así estaban las cosas cuando una grave enfermedad termina con la vida de Don Juan de Austria en octubre de 1578, a los 31 años.
La princesa Juana "Giovanna" de Austria
La crianza de la niña Juana, que siempre va a ser nombrada Giovanna, a la italiana, había sido asignada inicialmente a la abuela materna, pero cuando su padre tiene que partir a Flandes, encomienda la tutela a su hermana Margarita de Austria quien decide llevarla con ella a Parma, donde vivió como una hija hasta 1580 cuando Margarita vuelve a Flandes donde había sido nombrado gobernador su hijo Alejandro Farnesio.
En contra de los deseos de Margarita que quería que la joven Giovanna, que entonces tenía ya siete años, se trasladara a la corte de Madrid, Felipe II ordena que sea llevada de nuevo a Nápoles, para que sea educada en la abadía real de Santa Clara.
En ese convento vivió Giovanna más de diez años hasta que, enferma, escribió a su primo Alejandro Farnesio, ya duque de Parma, para que implorase del rey permiso para dejarla salir de la abadía y habitar en otra casa de Nápoles, como además le aconsejaban los médicos.
Las gestiones del Duque ante el rey tuvieron como fruto el permiso para trasladar a la joven a Pizzo Falcone en una colina de la ciudad, a la villa que utilizaban los virreyes como residencia de caza, con órdenes de que se le proporcionase todo lo necesario para su servicio a expensas de la corte virreinal, pero no se le permitiera salir del recinto.
En 1598 la muerte de Felipe II, permite a Giovanna albergar esperanzas de poder salir de la villa para tener la vida social que le correspondía, pero las peticiones chocan con el Duque de Lerma, valido del nuevo rey que ordena al conde de Lemos, virrey, mantenerla en el mismo régimen hasta que, cuatro años después en 1602, ya cercana a la treintena, la propia Giovanna dirige personalmente una emotiva carta escrita en castellano a Felipe III, su primo, que se conserva en el archivo de Simancas:
La crianza de la niña Juana, que siempre va a ser nombrada Giovanna, a la italiana, había sido asignada inicialmente a la abuela materna, pero cuando su padre tiene que partir a Flandes, encomienda la tutela a su hermana Margarita de Austria quien decide llevarla con ella a Parma, donde vivió como una hija hasta 1580 cuando Margarita vuelve a Flandes donde había sido nombrado gobernador su hijo Alejandro Farnesio.
En contra de los deseos de Margarita que quería que la joven Giovanna, que entonces tenía ya siete años, se trasladara a la corte de Madrid, Felipe II ordena que sea llevada de nuevo a Nápoles, para que sea educada en la abadía real de Santa Clara.
Margarita de Parma por A. Moro KHM
En ese convento vivió Giovanna más de diez años hasta que, enferma, escribió a su primo Alejandro Farnesio, ya duque de Parma, para que implorase del rey permiso para dejarla salir de la abadía y habitar en otra casa de Nápoles, como además le aconsejaban los médicos.
Claustro del convento de Santa Clara en Nápoles
"Veome, sola, pobre, huérfana y desamparada, y necesitada de estar sujeta a cada virrey que viene, que cada uno me trata como quiere, quien bien, quien mal, y que tengo que comer y vestir de sus manos. Como se cierto que si su V. M entendiese la vida de paso, no sufriría su benigno corazón que esta, su mínima sierva, aunque de la Real Corona, que padeciese lo que padece, esto y verme en tierra ajena, lejos de mi Rey y señor natural, bastaría de acabar la salud de quien la tuviere mejor que yo la tengo, duda que si V. M. supiese las lagrimas que esto me cuesta, se apiadaría de mi”.
(AGS, Estado, Nápoles, leg. 1098, carta de Giovanna d’Austria a Felipe III, Nápoles, 10 de mayo de 1602)
El rey, se conmueve por la situación de su prima, encerrada contra su voluntad y no solo le permite salir, sino que le asigna una dotación económica (3.000 ducados anuales de pensión y 60.000 de dote) y por esos azares del destino, se produce una coincidencia que va a cambiar inesperadamente el curso de la vida de Giovanna: El rey acaba de recibir noticias del noble siciliano Francesco Branciforte y Barrese solicitando permiso para casarse y Felipe III decide otorgarle la mano de su prima italiana.
Francesco Branciforte y Barrese, el novio.
Francesco Branciforte y Barrese, el novio.
Francesco Branciforte x Salvatore Brancati, M.Comunale, Val di Catania
Francesco Branciforte no era nuevo en la corte española, ni era tampoco un desconocido para el joven rey que responde tan generosamente a su petición de matrimonio. Branciforte había vivido y se había educado durante doce años en la corte de Felipe II como paje del príncipe heredero. Ello fue posible gracias a los buenos oficios de su abuela la italiana Dorotea Barresi, princesa de Pietraperzia, casada, en terceras nupcias, con Juan de Zúñiga y Requesens, con el que había compartido la tarea de embajador del rey católico ante el Vaticano y posteriormente la de virrey de Nápoles, hasta que en 1583 el matrimonio acude a la llamada de Felipe II para ser mayordomo y preceptor del joven príncipe que luego será Felipe III; los mismos cargos que su padre, del mismo nombre, había ostentado respecto a él.
Las crónicas sicilianas afirman que el marido de Dorotea Barresi, Juan de Zúñiga y Requesens, sexto hijo de Juan de Zúñiga y Avellaneda y Estefanía Requesens, era hijo natural de Carlos V.
A pesar de la dificultad de confirmar este hecho que se comenta con naturalidad en los documentos italianos de la época, lo cierto es que hay algunas coincidencias dignas de ser comentadas: El primero de Mayo del año del nacimiento del joven Zúñiga, (1539) muere la emperatriz Isabel y Carlos V se retira al Monasterio Jerónimo de la Sisla, en Toledo, donde recibe la visita de Juan de Zúñiga, preceptor y mayordomo mayor del entonces príncipe Felipe, con su esposa Estefanía Requesens de la que se cuenta que se convierte en una segunda madre para el príncipe. En la Corte se comenta el trato familiar con que el emperador distingue a don Juan, haciéndolo sentar en su presencia, delante de otros Grandes.
La esposa de Juan de Zúñiga, Dorotea Barresi (1533-1591), princesa de Pietraperzia, mujer de gran valía y perspicacia política, que había sido nombrada Aya del príncipe, decide traer a su nieto mayor, Francesco, (primogénito de su único hijo Fabrizio Branciforte casado con Caterina Barresi, hermana de su segundo marido) a vivir y educarse en la corte junto al príncipe como hacían los hijos de las grandes familias, hecho que, como veremos será trascendental para el resto de su vida.
El joven Francesco Branciforte pasó doce años de infancia y juventud junto al futuro Felipe III, con el que mantuvo una estrecha relación. Sucede que el joven príncipe tiene una aventura con una dama de la corte que tuvo como resultado un embarazo, lo que le causa una gran preocupación por pensar que la noticia pueda llegar a oídos del rey o de su hermana mayor, Isabel Clara Eugenia, quien ejerce funciones de primera dama de la corte y que en el momento que conoce la noticia del embarazo de la dama inicia una investigación para encontrar al causante de la situación prometiendo un castigo ejemplar.
El joven Branciforte se ofrece a "cargar con el pecado" del príncipe: «No tema Vuestra Alteza que yo asumiré la culpa, pero para eso deberá ayudarme. Yo partiré sin pedir la licencia de su Majestad así todos creerán que soy culpable y por eso huyo. Vuestra Alteza hará que me den un pasaporte para poder viajar seguro".
El príncipe le proporciona el salvoconducto necesario y esa misma noche Francesco parte con el correo a Barcelona de donde pasó a Nápoles y posteriormente a Sicilia. A la mañana siguiente, al notarse la ausencia del joven siciliano todos dieron por hecha la causa de la huida. Se cursaron órdenes para que no pudiera embarcar en ninguna nave que saliera de España pero era demasiado tarde, el Branciforte había conseguido poner agua por medio y ya se encontraba camino de Militello, su feudo en Sicilia.
Habiendo cumplido 25 años decide pedir licencia al rey para poder casarse y una vez cursada la petición se dirige a Palermo a esperar la respuesta; es en ese momento cuando se produce el cruce de caminos antes comentado: El rey recuerda a su amigo leal y para devolverle el favor decide otorgarle la mano de su prima, la italiana Giovanna de Austria para quien se habían visto frustradas otras propuestas previas como la del viudo duque de Urbino o Teodosio de Braganza.
La noticia del matrimonio le es comunicada por el virrey: «En hora buena señor Marques, S. M. le ha casado e le ha dado por Mujer a la Prima, la Señora Dona Ioanna de Austria que oy es in Napolis».
La noticia inmediatamente corrió por Palermo. Las carrozas de los nobles se acercaban a dar la enhorabuena al joven Francesco y a sus padres que, orgullosos del buen casamiento que se otorgaba a su hijo, deciden cederle sendos títulos, ella el marquesado de Militello y él el principado de Pietraperzia. Los Branciforte a pesar de su rango y nobleza nunca hubieran aspirado a que su hijo fuera señalado con tan alto honor.
Giovanna recibió una carta con las bendiciones del papa Clemente VIII. El prometido, Francesco, escribió enseguida a Giovanna a Nápoles y le envió su retrato. Ella le respondió enviándole otro donde era representada con la mano izquierda en el corazón, mostrando el retrato del prometido.
A lo largo de la vida matrimonial, a la pareja no le faltó la protección de la monarquía española; además de otras concesiones y deferencias Felipe III se ocupa de enviar al virrey de turno en Sicilia su recomendación de otorgar un trato exquisito a la pareja, mensajes que se conservan en el Archivo de Simancas como el que el rey le envía al virrey de Sicilia Juan Gaspar Fernández Pacheco y Zúñiga, duque de Escalona exhortándole a "honrar y favorecer a Dona Juana y su marido en todo lo que se ofreciere y avisareis de lo que fuerais haziendo en su veneficio por que holgare de entenderlo». (Carta de Felipe III al duque de Escalona, del 8 de marzo de 1607). Mensaje que en similares términos se reitera tras su nombramiento a los sucesivos virreyes, al duque de Osuna, al VIII conde de Lemos o al virrey interino, el cardenal Giannettino Doria advirtiéndoles de que informen a la pareja de la orden recibida "... y les direys la orden que os he dado para esto y quan en la memoria tengo sus cosas" (AGS, Estado, Sicilia, leg. 1889, fol. 150)
El matrimonio Austria - Branciforte
La mañana del 14 de junio de 1603, las galeras de Nápoles llevan a Giovanna a Palermo y el 20 del mismo mes hizo solemnísima entrada en la ciudad con honores de princesa de la casa de Austria. Esa misma tarde fueron celebrados los esponsales en el palacio del virrey. Finalmente el nuevo matrimonio se traslada a vivir al feudo de los Branciforte, la ciudad de Militello en Val de Catania, muy cerca de la corte de los Moncada con la que rivalizaban como foco artístico y cultural. El matrimonio no tuvo ningún hijo varón, tan solo tres hijas, de las que solo sobrevive una, la que llevaba el nombre de la tía Margarita que se había ocupado en la niñez de Giovanna.
Cuando quedó viuda Doña Giovanna en 1622, ejerció durante varios años el gobierno de las grandes propiedades de Butera y Pietraperzia y continuando la labor cultural iniciada con su marido, promovió la construcción de iglesias, conventos, monasterios y grandes obras civiles, manteniendo durante esos años de estabilidad económica el prestigio artístico y cultural de Militello.
Casi al final de su vida, cuando consiguió asegurar el futuro y los derechos de su hija en contra de la voluntad de su suegro que pretendía recuperarlos en favor de otro familiar hijo y mantener el título en la línea familiar masculina. Terminada la tarea dejó Sicilia y regresó a Nápoles donde ingresó en un convento de franciscanas terciarias y allí murió a los cincuenta y ocho años, el 8 de febrero de 1630. Fue enterrada en Militello en la iglesia Santa Maria de la Victoria, que ella fundó y dotó en recuerdo de de su padre y de la gran victoria de Lepanto.
La hija Margarita de Austria y Branciforte
Margarita que ostentaba el apellido de la madre en primer lugar en orden a su importancia, al ser la única hija del matrimonio estaba destinada a ser la heredera de los títulos familiares. Pero en 1622 cuando se produce la prematura muerte de su padre en Messina en extrañas circunstancias (estudios actuales han demostrado que murió envenenado), el abuelo pretendió retomar los títulos nobiliarios para pasarlos a su segundo hijo Giovanni; pero entretanto éste muere y el abuelo testa en favor de un nieto. Doña Giovanna libra todas las batallas legales necesarias para mantener el derecho de su hija como única heredera. Finalmente la muerte del abuelo en 1624 dejó a su nieta Margarita como 3ª Princesa de Butera, Princesa de Pietraperzia y Marquesa de Militello, entre otros títulos como el de Grande de España de primera clase.
Ese mismo año también culmina con éxito la cuestión de la boda de Margarita que se convierte casi en un asunto de estado en el que intervienen el rey de España, que ya es Felipe IV, su mujer, Isabel de Borbón y la abadesa de las Huelgas en Burgos, Doña Ana de Austria, medio hermana de Giovanna. Cada uno de ellos tiene un candidato diferente que no coincide con el elegido por Margarita y su madre. Finalmente se casa en Monreale, el 13 de octubre de 1624 con el caballero de su elección: el noble napolitano Federico Colonna, 5º Duque di Tagliacozzo reuniendo entre ambos el poder sobre un vasto territorio siciliano.
En 1628 el matrimonio se instala en Militello pero tras perder a su único hijo, Antonio, siendo aún niño se volvieron a Nápoles. Su marido mantiene excelentes relaciones con la corte española. Federico Colonna fue nombrado virrey de Valencia y de Cataluña, como capitán general del ejército es enviado a sofocar una sublevación en Barcelona donde es malherido y muerto el 25 de octubre de 1641.
Margarita siguió en Nápoles hasta que se produjo la revolución de Tomasso Aniello, a causa de la cual se desplaza a Roma donde vivió hasta 1659. Al morir sin hijos dejo dicho en su testamento: "Dejo el estado a quien corresponda en derecho, y los bienes y los muebles a Don Domenico Colonna y Salcedo". La herencia correspondió a Giovanni Branciforte, sobrino de su marido.
Filippo Caruso. El cronista
Esta historia no podría terminar sin mencionar a un personaje fundamental para poder contarla: el cronista Filipo Caruso, pariente y paje de honor de don Francesco Branciforte, hombre de confianza del príncipe, del que se declaró discípulo en el estudio de la filosofía y las matemáticas.
Juan de Zúñiga y Avellaneda - padre Juan de Zúñiga y Requesens - hijo
por Alonso Berruguete Grabado
Dorotea Barresi
(En paradero desconocido desde su venta en la Galleria S.A.L.G.A. de Roma 11 junio 1964)
La fotografía del retrato de Dorotea Barresi del Palacio Butera en Palermo, nos muestra a una dama de imponente nobleza que se hace retratar al estilo de las princesas de la casa de Austria como podemos ver en el retrato de sus coetáneas, Doña Juana de Austria, realizado por R. Moys o el retrato de Isabel Valois en Bayona realizado por Sofonisba Anguissola.
El joven Francesco Branciforte pasó doce años de infancia y juventud junto al futuro Felipe III, con el que mantuvo una estrecha relación. Sucede que el joven príncipe tiene una aventura con una dama de la corte que tuvo como resultado un embarazo, lo que le causa una gran preocupación por pensar que la noticia pueda llegar a oídos del rey o de su hermana mayor, Isabel Clara Eugenia, quien ejerce funciones de primera dama de la corte y que en el momento que conoce la noticia del embarazo de la dama inicia una investigación para encontrar al causante de la situación prometiendo un castigo ejemplar.
El joven Branciforte se ofrece a "cargar con el pecado" del príncipe: «No tema Vuestra Alteza que yo asumiré la culpa, pero para eso deberá ayudarme. Yo partiré sin pedir la licencia de su Majestad así todos creerán que soy culpable y por eso huyo. Vuestra Alteza hará que me den un pasaporte para poder viajar seguro".
El príncipe le proporciona el salvoconducto necesario y esa misma noche Francesco parte con el correo a Barcelona de donde pasó a Nápoles y posteriormente a Sicilia. A la mañana siguiente, al notarse la ausencia del joven siciliano todos dieron por hecha la causa de la huida. Se cursaron órdenes para que no pudiera embarcar en ninguna nave que saliera de España pero era demasiado tarde, el Branciforte había conseguido poner agua por medio y ya se encontraba camino de Militello, su feudo en Sicilia.
Militello en Val de Catania. Restos del Castillo Barrese-Branciforte
Cuando vuelve a su ciudad natal, con más de 20 años, Francesco, consciente de su escasa formación en todo aquello que no sean las tareas de caballero, es decir, leer y contar para entender las cuentas de sus administradores, comienza a estudiar. Se dedica a aprender latín y griego y con el tiempo se convirtió en un experto en teología, filosofía, aritmética y matemáticas. También fue activo en el campo de las letras, llegó a componer algunas piezas teatrales como "Los dos peregrinos" o "El turco fiel". Escribió en español un tratado sobre "La razón de estado"; formó una gran colección de retratos de hombres de su tiempo, reunió la mayor biblioteca de la isla y adquirió una imprenta con la que realizó muchas publicaciones. Pero su mejor aportación fue el encargo al jurisconsulto Vicenzo Milana de realizar la compilación de las leyes y reglamentos dispersos, tarea que fue finalmente terminada por su hija.
Habiendo cumplido 25 años decide pedir licencia al rey para poder casarse y una vez cursada la petición se dirige a Palermo a esperar la respuesta; es en ese momento cuando se produce el cruce de caminos antes comentado: El rey recuerda a su amigo leal y para devolverle el favor decide otorgarle la mano de su prima, la italiana Giovanna de Austria para quien se habían visto frustradas otras propuestas previas como la del viudo duque de Urbino o Teodosio de Braganza.
La noticia del matrimonio le es comunicada por el virrey: «En hora buena señor Marques, S. M. le ha casado e le ha dado por Mujer a la Prima, la Señora Dona Ioanna de Austria que oy es in Napolis».
La noticia inmediatamente corrió por Palermo. Las carrozas de los nobles se acercaban a dar la enhorabuena al joven Francesco y a sus padres que, orgullosos del buen casamiento que se otorgaba a su hijo, deciden cederle sendos títulos, ella el marquesado de Militello y él el principado de Pietraperzia. Los Branciforte a pesar de su rango y nobleza nunca hubieran aspirado a que su hijo fuera señalado con tan alto honor.
Giovanna recibió una carta con las bendiciones del papa Clemente VIII. El prometido, Francesco, escribió enseguida a Giovanna a Nápoles y le envió su retrato. Ella le respondió enviándole otro donde era representada con la mano izquierda en el corazón, mostrando el retrato del prometido.
A lo largo de la vida matrimonial, a la pareja no le faltó la protección de la monarquía española; además de otras concesiones y deferencias Felipe III se ocupa de enviar al virrey de turno en Sicilia su recomendación de otorgar un trato exquisito a la pareja, mensajes que se conservan en el Archivo de Simancas como el que el rey le envía al virrey de Sicilia Juan Gaspar Fernández Pacheco y Zúñiga, duque de Escalona exhortándole a "honrar y favorecer a Dona Juana y su marido en todo lo que se ofreciere y avisareis de lo que fuerais haziendo en su veneficio por que holgare de entenderlo». (Carta de Felipe III al duque de Escalona, del 8 de marzo de 1607). Mensaje que en similares términos se reitera tras su nombramiento a los sucesivos virreyes, al duque de Osuna, al VIII conde de Lemos o al virrey interino, el cardenal Giannettino Doria advirtiéndoles de que informen a la pareja de la orden recibida "... y les direys la orden que os he dado para esto y quan en la memoria tengo sus cosas" (AGS, Estado, Sicilia, leg. 1889, fol. 150)
El matrimonio Austria - Branciforte
La mañana del 14 de junio de 1603, las galeras de Nápoles llevan a Giovanna a Palermo y el 20 del mismo mes hizo solemnísima entrada en la ciudad con honores de princesa de la casa de Austria. Esa misma tarde fueron celebrados los esponsales en el palacio del virrey. Finalmente el nuevo matrimonio se traslada a vivir al feudo de los Branciforte, la ciudad de Militello en Val de Catania, muy cerca de la corte de los Moncada con la que rivalizaban como foco artístico y cultural. El matrimonio no tuvo ningún hijo varón, tan solo tres hijas, de las que solo sobrevive una, la que llevaba el nombre de la tía Margarita que se había ocupado en la niñez de Giovanna.
Cuando quedó viuda Doña Giovanna en 1622, ejerció durante varios años el gobierno de las grandes propiedades de Butera y Pietraperzia y continuando la labor cultural iniciada con su marido, promovió la construcción de iglesias, conventos, monasterios y grandes obras civiles, manteniendo durante esos años de estabilidad económica el prestigio artístico y cultural de Militello.
Retrato de Doña Giovanna viuda que se conserva en la biblioteca - museo de Militello
La hija Margarita de Austria y Branciforte
Margarita que ostentaba el apellido de la madre en primer lugar en orden a su importancia, al ser la única hija del matrimonio estaba destinada a ser la heredera de los títulos familiares. Pero en 1622 cuando se produce la prematura muerte de su padre en Messina en extrañas circunstancias (estudios actuales han demostrado que murió envenenado), el abuelo pretendió retomar los títulos nobiliarios para pasarlos a su segundo hijo Giovanni; pero entretanto éste muere y el abuelo testa en favor de un nieto. Doña Giovanna libra todas las batallas legales necesarias para mantener el derecho de su hija como única heredera. Finalmente la muerte del abuelo en 1624 dejó a su nieta Margarita como 3ª Princesa de Butera, Princesa de Pietraperzia y Marquesa de Militello, entre otros títulos como el de Grande de España de primera clase.
Ese mismo año también culmina con éxito la cuestión de la boda de Margarita que se convierte casi en un asunto de estado en el que intervienen el rey de España, que ya es Felipe IV, su mujer, Isabel de Borbón y la abadesa de las Huelgas en Burgos, Doña Ana de Austria, medio hermana de Giovanna. Cada uno de ellos tiene un candidato diferente que no coincide con el elegido por Margarita y su madre. Finalmente se casa en Monreale, el 13 de octubre de 1624 con el caballero de su elección: el noble napolitano Federico Colonna, 5º Duque di Tagliacozzo reuniendo entre ambos el poder sobre un vasto territorio siciliano.
Federico Colonna, Duque di Tagliacozzo
En 1628 el matrimonio se instala en Militello pero tras perder a su único hijo, Antonio, siendo aún niño se volvieron a Nápoles. Su marido mantiene excelentes relaciones con la corte española. Federico Colonna fue nombrado virrey de Valencia y de Cataluña, como capitán general del ejército es enviado a sofocar una sublevación en Barcelona donde es malherido y muerto el 25 de octubre de 1641.
Margarita siguió en Nápoles hasta que se produjo la revolución de Tomasso Aniello, a causa de la cual se desplaza a Roma donde vivió hasta 1659. Al morir sin hijos dejo dicho en su testamento: "Dejo el estado a quien corresponda en derecho, y los bienes y los muebles a Don Domenico Colonna y Salcedo". La herencia correspondió a Giovanni Branciforte, sobrino de su marido.
Filippo Caruso. El cronista
Esta historia no podría terminar sin mencionar a un personaje fundamental para poder contarla: el cronista Filipo Caruso, pariente y paje de honor de don Francesco Branciforte, hombre de confianza del príncipe, del que se declaró discípulo en el estudio de la filosofía y las matemáticas.
Dejó escritos unos manuscritos sobre la historia de las familias Barresi, Branciforte y Santapau, que constituyen la principal fuente de su historia y del feudo de Militello.
Los manuscritos fueron publicados por Giuseppe Majorana: "Le cronache inedite di Filippo Caruso" quien sobre la base de dicha crónica también escribe "Francesco Branciforti e le due principesse D'Austria" en Archivio Storico per la Sicilia Orientale, Catania 1911.
El retrato de Giovanna de Austria por Sofonisba Anguissola
Después de esta amplia introducción histórica sobre los personajes y su tiempo llegamos al objeto que da título a esta entrada: El retrato de Doña Giovanna de Austria que se encuentra en el Palacio Butera de Palermo.
Sofonisba Anguissola, Retrato de Doña Giovanna de Austria, 200 x125cm. (La inscripción hace referencia a su hija Margarita casada con Federico Colonna)
Retrato de Fabrizio Branciforte - Palacio Butera, Palermo
El retrato de Giovanna fue registrado como Retrato de Doña Margarita de Austria en el inventario de pinturas del palacio que fue elaborado en 1723 a la muerte del príncipe Nicolò Placido Branciforte. Posteriormente en 1730 el cuadro fue transferido a la Galería dei Feudi del Palazzo Butera, donde se encuentra en la actualidad.
El retrato presenta a Giovanna de cuerpo entero, de pie delante de una gran cortina que ocupa la esquina derecha del lienzo, mientras a la izquierda, tras una columna simbólica de su rango, se puede ver un paisaje abierto en el que se distingue un puente, alguna edificación y al fondo la montaña.
El estilo del retrato recuerda en todo a los de Isabel de Valois realizados también por Sofonisba Anguissola y tal como señala Maria Kusche, se asemeja en especial al primero que hizo para enviar al papa del que se conserva la copia realizada por Rubens de 1561 en una Colección Particular de Toledo. Considero que esta semejanza es uno de los elementos que me causan mayor extrañeza pues hay que pensar que han pasado unos treinta años entre uno y otro retrato y sorprenden las pocas diferencias de moda existente entre ambos: en la vestimenta únicamente varía el tamaño de la gorguera que efectivamente va adquiriendo mayor volumen con el paso del tiempo y en cuanto al peinado se omite el tocado y aparece elevado en forma de copete.
Maria Kusche además relaciona el cuadro tanto por su estilo como por su ambiente, incluso por la semejanza en su fisonomía, con el de su padre, Juan de Austria, que se encuentra en el Escorial, que considera que probablemente sea copia de un original que la pintora pudo haber visto en Italia. En este caso me cuesta más encontrar similitudes que diferencias.
El retrato fue restaurado en 1998 con motivo de su incorporación a la exposición "Porto di Mare" (Palermo, 1999). La limpieza realizada del cuadro ha reavivado los colores pero el efecto de tal limpieza en el rostro de la princesa puede parecer excesivo, como podemos ver si comparamos una imagen anterior de la pintura con la actual.
Vicenzo Abbate, comisario de la exposición, identificó el personaje como Giovanna de Austria pero lo atribuyó al pintor florentino Filippo Paladini, afincado en Sicilia desde 1595, por haberlo relacionado con uno de los bocetos que se encuentran en un cuaderno (taccuino) de dicho pintor conservado en la Galería Bellomo de Siracusa.
Por mi parte considero que los dibujos que se pueden ver en el taccuino de Paladini no son bocetos preparatorios sino apuntes o modelos probablemente realizados en Florencia para su posterior uso, sin que guarden con el retrato de Giovanna, como bien apunta M. Kusche, otra relación que el hecho de tratarse de modelos de retrato hispano-italiano de representación.
Dibujos del taccuino de Filippo Paladini. Siracusa
Siendo éste el elemento principal de la atribución al Paladini, pues no se conoce ningún otro retrato realizado por él, ni tampoco tiene que ver con su estilo pictórico ni con su temática habitual pues su obra es de carácter religioso, no parece aventurado desconsiderar dicha atribución.
El retrato de Giovanna de Austria forma parte de un grupo de ocho obras que el especialista siciliano, Dr. Alfio Nicotra, considera de Sofonisba Anguissola. Las atribuciones fueron presentadas en un acto celebrado en honor a la pintora en Palermo, en 2008, al que fue invitada Maria Kusche, quien tras analizar las obras consideró que al menos cuatro de ellas presentaban un alto grado de verosimilitud, entre ellas se encontraba el retrato que aquí estamos tratando. Las reflexiones de la especialista sobre estas atribuciones fueron recogidas en un artículo publicado en 2009 (AEA, LXXXII, 327, pp.285-316)
Cabe pensar que éste no sería el único retrato de la princesa, ni probablemente el primero en su nueva situación de prometida. Según cuenta Filippo Caruso, una vez establecido el compromiso matrimonial, Francesco Branciforte escribió a Nápoles enviando su retrato a la prometida a lo que ella respondió con el envío de otro suyo donde "era representada con la mano izquierda en el corazón, en la que tenía el retrato del esposo"; una fórmula, la del retrato en miniatura en la mano, bien conocida de los cuadros familiares de las mujeres de la casa de Austria como Juana de Portugal, Isabel Valois e Isabel Clara Eugenia entre otras.
¿Cuando pudo pintar Sofonisba Anguissola este retrato?
Probablemente esta sea la pregunta más difícil de responder en relación con la posible autoría de Sofonisba Anguissola. Maria Kusche aporta una hipótesis plausible aunque no segura: "Debió de pintarse alrededor de la fecha de la boda, ya que representa a una mujer madura, de unos treinta años, que eran los que en ese momento tenía. .../... se podría suponer que Sofonisba la pintase según una miniatura, que fuese entregada a su marido, el cual con sus barcos frecuentaba Palermo."
Alfio Nicotra, en la misma línea, considera que el retrato "es realizado en los últimos años de actividad" de la pintora, y añade que pudo haberlo hecho "...en Palermo, cerca de la boda o poco después aprovechando uno de los desplazamientos frecuentes de su marido entre Génova y Palermo".
Personalmente tengo ciertas reservas respecto a estas circunstancias y sobre la atribución; y ello a pesar de haber tenido la fortuna de ver la pintura en el Palazo de Butera, pero las condiciones no eran las más idóneas para realizar una observación cercana y minuciosa.
Mis dudas se centran en la fisonomía de la princesa, fría e impersonal desprovista de la calidez y cercanía que caracteriza los retratos de la pintora que siempre retrata del natural a personas que conoce y esa es una conexión que siempre se intuye en sus obras. Ese efecto no se advierte en esta pintura en la que más bien se tiene la sensación de una cierta rigidez y lejanía e incluso se puede observar que falta armonía entre el rostro y el resto del cuerpo. Puede que en parte estas sensaciones sean debidas a la restauración realizada en 1998 que, como hemos visto, produjo un cambio sustancial en la apariencia del retrato.
No obstante, a pesar de las dudas expresadas, considero que el cuadro tomado en su conjunto tiene un indudable aire anguissolano.
Hola Concha, enhorabuena por el trabajo. Es un recorrido precioso por toda una época y el virreinato de Nápoles y Sicilia. Me ha hecho gracia encontrar un Abbate actual siciliano, de donde parece que procede nuestra familia levantina.
ResponderEliminarUn abrazo