Continuación de las Primeras Impresiones de la Exposición INVITADAS.
La Miniatura y el Bodegón ¿Especialidades femeninas?
Una pequeña pero interesante sección se dedica a las pintoras miniaturistas. El Prado conserva obras de cuatro de ellas, habitualmente guardadas en el almacén, de las que tres están en la exposición. Dos son francesas, la desconocida Marguerite Benoit con Mujer joven en un río y Sophie Lienard, procedente de una familia de pintores miniaturistas, con dos retratos de damas nobles.
La más interesante, la española Teresa Nicolau Parodi, se formó en pintura al óleo con el valenciano Vicente López, pasando posteriormente a la miniatura. Entre ellos se estableció una gran amistad que los llevó a retratarse entre sí, hacia 1844, siguiendo la costumbre de intercambiar retratos con sus maestros que estableció la gran ausente de esta exposición, Sofonisba Anguissola. Lástima que la miniatura realizada por la pintora haya perdido parte del pigmento que daba color al rostro de López, que aparece ahora azulado y con un aspecto fantasmal.
Nº 98 Vicente López Portaña, Retrato de Teresa Nicolau (det.) h.1844 MNP
depositado en el MN del Romanticismo
Nº 99 Teresa Nicolau. Retrato de Vicente López Portaña, Museo Lázaro Galdiano
Teresa alcanzó en su tiempo una gran consideración llegando a ser académica de honor y mérito por la Academia de Bellas Artes de San Fernando y por la de San Carlos de Valencia. Casada con el polifacético cirujano-dentista Antonio Rotondo, sus dos hijos, Emilio y Adriano, fueron famosos en el campo de la arqueología. De ella se presenta además su obra más conocida, una copia en miniatura del Cristo con la cruz a cuestas de Sebastiano del Piombo, por la que el Museo pagó en su momento 500 pesetas.
La exposición ofrece también la posibilidad de contemplar la obra de Adriana Rostán de la que se expone una hermosa copia de la Sagrada Familia del Cordero de Rafael, procedente del Palacio de la Granja de San Ildefonso (PN).
Junto a las pintoras de miniaturas la muestra trae una amplia representación de pintura de flores y bodegones realizada por mujeres que, según explica la especialista Mª Cruz de Carlos, ha sido “a lo largo de los siglos una especialidad femenina”, por lo que “la exposición presenta un notable conjunto de obras florales… que demuestra la pervivencia de esta línea temática asociada a las mujeres” (Cat. p.320).
Si damos por buena esta afirmación, no tenemos más remedio que preguntarnos ¿Y por qué ninguna de las obras que aquí se muestran están colgadas de forma permanente en el Museo?
Nº 92 Fernanda Frances Jarrón de lilas (Det.) MNP - P06352
En depósito, Ministerio Política Territorial
A pesar de no tratarse de una especialidad masculina, al parecer se prefieren colgar flores y bodegones realizados por pintores. El Museo expone en sus salas la sorprendente cifra de treinta y tres reiterativos bodegones de un mismo pinto, Luis Egidio Menéndez, lo que supone cerca de un tercio de todas las pinturas dedicadas a este género en el Museo.
La excepción que confirma la regla la constituye Clara Peeters (ausente en esta muestra) de quien hasta hace poco tiempo, en ese mar de bodegones masculinos, colgaba una única de las cuatro obras que el Museo posee de la pintora, puesta a doble altura sin que apenas pudiera verse, por lo que no es de extrañar que pasara desapercibida como dice Estrella de Diego, aunque ella parece considerar que se trataba de “una espléndida representación” (Catálogo, p.25). Afortunadamente la Exposición dedicada a la pintora en 2017 y la posterior inclusión de sus cuatro bodegones en las nuevas salas de pintura flamenca y holandesa han venido a situarla en el lugar que le corresponde.
Para ilustrar esa idea de las raíces femeninas de la pintura de flores y bodegones, se presentan magníficas obras de pintoras del XIX, todas destacables y todas depositadas en instituciones ajenas al Museo: Mª Luisa de la Riva, Emilia Menassade, Fernanda Francés, Julia Alcayde y Joaquina Serrano, a ellas se han añadido dos obras de pintoras de flores del siglo XVII, la italiana Caffi y la flamenca Ykens, quizás por ser buenas candidatas a ser expuestas de forma permanente al finalizar la muestra actual.
La gran Rosa Bonheur
La colosal Cabeza de león de la pintora Rosa Bonheur ocupa un lugar privilegiado en la muestra. Avalada por su reciente presencia como obra permanente del Museo, se ha decidido incorporarla a la exposición actual, a diferencia de su compañera en salir del almacén, Angelica Kauffmann, que no ha tenido la misma suerte.
Poco se puede decir sobre la vida y obra de esta pintora que no haya sido contado por sus biógrafas y por multitud de especialistas, aunque cabe señalar que, al menos en el contexto artístico español, la información que ha proliferado en los últimos tiempos sobre esta gran pintora no se debe a sus indudables cualidades artísticas, pues como dice Estrella de Diego ahora es "tal vez más conocida por su homosexualidad que por sus cuadros" (Catálogo, p.38).
Sin ánimo de entrar en consideraciones ajenas a la pintura defiendo el respeto a la voluntad expresada por la artista en múltiples ocasiones. Si hay algo que se trasluce de las diferentes biografías de personas que la conocieron, es que ella era una mujer libre y de gran personalidad, que puso un gran empeño en defender sus relaciones de amistad íntima como "un afecto divino", y que ante los comentarios, decía y hoy seguiría diciendo: "Nunca me ha preocupado lo que digan los tontos".
En cuanto a su obra, conviene recordar que con motivo de su recuperación expositiva, primero temporal y luego permanente, el museo, a instancias del actual comisario, decidió cambiar su título "Cabeza de León", con el que figura en toda la documentación conservada en el archivo del Museo sobre su entrada en la institución, por el de El Cid. Para ello se basó en una única mención aparecida en un periódico (La Época, 19.9.1879) dando preferencia a una interpretación anónima de una fuente secundaria antes que las múltiples evidencias documentales del Archivo.
Profundizando un poco más en su biografía y en su catálogo de obras, constataremos que originalmente la autora lo denominó "Un jeune Prince" (Un joven príncipe), por contraposición a otra obra pintada por ella el mismo año titulada "Un vieux monarche" (Un viejo monarca).
Rosa Bonheur. Un jeune prince (tête de lion) MNP y
Un vieux monarque (tête de lion), Colección Vanderbilt. 1879
Referencias del catálogo de obras que figura en la Biografía de Anna Klumpke. Pag. 426
Finalmente se ha decidido aplicar ese mismo título "hispanizado" al grabado de reproducción de Gilbert que se muestra en la actual Exposición, en cuya base aparece la leyenda "Estudio de león". A pesar de ello en la cartela de la obra figura con el título "El Cid", y lo más sorprendente, se dice que la estampa fue retocada por la pintora, obviando las fuentes documentales que señalan que fue firmada por esta solo con objeto de aumentar su valor, y sin pedir ninguna contrapartida económica a cambio.
Es evidente que estamos ante una obra de características muy mediáticas, en la que confluyen una serie de circunstancias que se prestan a interpretaciones diversas y a juicios de valor contradictorios, pero ello no debe ser impedimento para aplicar el mayor rigor en la obtención e interpretación de los datos.
La "vocación" de Aurelia Navarro
Una magnífica obra de Aurelia Navarro Moreno (1882-1968), Desnudo de mujer, inspirada en la Venus del espejo de Velázquez, se presenta en la muestra para ilustrar el argumento de las dificultades que encontraban las mujeres, ya en el siglo XX, para desarrollar su carrera artística sobre todo si, como dice la especialista Dolores Jiménez-Blanco, se atrevían a tocar un tema tabú, como podía ser el desnudo.
Aurelia era una pintora granadina procedente de una familia ilustrada y acomodada que recibió una buena formación artística y pictórica de los mejores maestros que podía encontrar en su tierra, José Larrocha y Tomás Muñoz Lucena. Con una pensión de la Diputación de Granada a cuyos fondos artísticos pertenece la obra presentada en la exposición, marchó a Madrid para completar su formación. A los 22 años consigue su primera mención honorífica y su carrera fue evolucionando jalonada de reconocimientos hasta llegar a la exposición de 1908 en la que presenta su Desnudo de mujer logrando en esta ocasión una tercera medalla que muchos consideraron insuficiente para la calidad de la obra.
Nº 119 Aurelia Navarro. Desnudo femenino. 1908 Diputación de Granada
Sin embargo, algo parecía estar cambiando en la vida de Aurelia, que ese mismo año, ya de vuelta en Granada realiza una gran pintura para el santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. A partir de 1910 sigue participando en diversas exposiciones con obras que van evidenciando un nuevo rumbo en su pintura. En 1914 presenta una obra titulada La oración y en 1916 una titulada Éxtasis. La vida y el pensamiento de la pintora están cambiando y en las diferentes biografías e informaciones que he ido consultando no he podido encontrar la fuente que demuestre que su voluntad hubiera sido forzada para que, quince años más tarde, cumplidos ya los 40 y en plena madurez vital, tomara la decisión de seguir una nueva vocación, ingresando en la orden religiosa de las Adoratrices.
La congregación, fue creada por Mª Micaela Desmaisières y López de Dicastillo (canonizada en 1934) que desde 1845 utilizaba todos los medios a su alcance para dar acogida en una casa de Madrid a mujeres de la calle que necesitaban ayuda. La obra fue creciendo con nuevas casas de acogida hasta 1865 año en que Mª Micaela fallece a causa de la epidemia de malaria en Valencia a donde se había desplazado a prestar auxilio a las víctimas. Muchas mujeres de la época vieron un ejemplo en ella, siguieron sus pasos y colaboraron en esa obra que ha perdurado hasta hoy. Las Adoratrices actualmente realizan una Obra Social que se ocupa de las mujeres en situación de exclusión en contextos de prostitución, de víctimas del delito de explotación sexual y de trata de seres humanos con el mismo fin. Desarrollan recursos de apoyo integral para la recuperación física, psicológica, emocional y social, diseñados para que cada mujer pueda recuperar su autonomía y la capacidad de decidir sobre su propia vida.
Lejos de considerar "trágica" la decisión de la pintora, como argumentan tantas voces algo novelescas de las que se hace eco esta Exposición, considero ejemplar el valor de esta mujer y su generosa dedicación a una causa humanitaria que ni entonces ni ahora cuenta con el suficiente apoyo de las instituciones públicas. El hecho de que se trate de una obra religiosa (que hoy podría haber sido una ONG) no justifica tantos juicios de valor que nos la presentan como enterrada en vida, comparándola con ejemplos, esos sí desgraciados, de mujeres artistas que fueron encerradas en manicomios por motivos poco claros. En el caso de Aurelia Navarro se perdió quizás, una excelente pintora, pero se ganó una gran activista en favor de las mujeres peor tratadas por la sociedad.
Las escultoras
Nº109 Adela Ginés. Canto de victoria, 1892 Col. particular
A pesar del bien documentado artículo dedicado a la escultura por Leticia Azcue en el Catálogo, solamente se ha conseguido traer a la muestra dos esculturas realizadas por mujeres y para ello se ha recurrido a colecciones externas al museo. Al igual que en el caso de los hombres, la proporción de mujeres que se dedica a la escultura es muy pequeña. Según un artículo de Isabel Rodrigo Villena citado en el Catálogo, entre 1900 y 1936 solo se presentan veintiocho escultoras a exposiciones, frente a las más de quinientas cincuenta pintoras.
Es especialmente de agradecer la presencia de la obra Canto de Victoria, procedente de una colección particular, de la madrileña Adela Ginés, pintora, escultora y maestra de muchas artistas de la época que hasta el momento no ha tenido el estudio que se merece.
Echamos de menos, sin embargo, a la danesa, nacionalizada española Eva Aggerholm (1879 – 1959) escultora vanguardista cuyas obras han pasado del Museo Reina Sofía al Museo del Prado en el proceso de redistribución de obras entre ambos museos. Se trata de la adscripción de varias obras de esta artista de quien alguien ha reconocido que ejerció influencia en la pintura de su marido Daniel Vázquez Díaz. Sorprende que disponiendo de una amplia representación de obras de la escultora, el Museo no haya podido traer alguna a la exposición en lugar de la poco acertada Las tentaciones de San Antonio de Borrás.
Concepción Figuera Martinez y Güertero.
Una pintora bajo el seudónimo "Larmig"
Figura en la Muestra la única obra que posee el Museo de la pintora Concepción Figuera, titulada Estudio del natural, depositada en el Teatro Real de Madrid. La razón de su presencia es que aparece firmada bajo seudónimo, que no es personal sino que está tomado del que utilizaba su tío, Luis Martínez Güertero, político moderado, escritor y poeta, que se suicidó en 1874.
Concepción Figuera "Larmig", Estudio del natural, 1887
P06318, MNP Depositado en el Teatro Real de Madrid
No se conocen las razones que le llevaron a utilizar tal seudónimo, si tuvieron que ver con un homenaje a su tío o con un intento de esconder su verdadero nombre. El Museo se decanta por esta segunda intención. Sin embargo, por las referencias que leemos en las publicaciones de la época nadie ignoraba la verdadera naturaleza de la pintora. Así, en sucesivas obras y exposiciones mantuvo el seudónimo aunque a veces acompañado de su propio nombre.
La Correspondencia de España, 27 abril 1897
La obra "Estudio del natural" tuvo un discreto reconocimiento en la exposición de 1887: una consideración de 3ª medalla y más de diez años después, en 1898 la pintura fue adquirida por 1.250 pesetas para el Museo de Arte Moderno.
Para terminar estas segundas impresiones dejo una imagen de una de las obras que creo más interesante. Se trata de una obra de Flora López Castrillo, que a pesar de figurar en el catálogo de la exposición como "paisajista y marinista", considero que es la única representante que tiene el Museo del simbolismo modernista de comienzos del S.XX.
La obra que figura actualmente como Marina, aparecía con el título de Galatea en la exposición de 1912, mucho más acorde con la temática que representa. Según Muñoz Degrain, su compañero, su fuente de inspiración es una oda del poeta valenciano del siglo XVI Gaspar Gil Polo titulada Galatea, que es la ninfa que aparece en la orilla del mar junto a su joven enamorado Licio.
Flora Lopez Castrillo. Galatea. 1912. MNP En depósito en la Facultad de Derecho UCM
Vaya buen repaso de fuentes. ¡¡Enhorabuena!!
ResponderEliminarFantásticas tus "impresiones". Rigor en la crítica, pone acertadamente en entredicho una exposición que no ha estado a la altura de las expectativas, y que supone, de nuevo, una oportunidad perdida.
ResponderEliminarMuchas gracias por la reseña.
ResponderEliminarY como vemos, nada tiene que ver la realidad con el "relato" político que ha devaluado esta exposición.
¿Podrías hacer alguna comparativa de obras de mujeres y hombres en sus respectivos periodos? Las comparaciones son odiosas, lo sé, y la definición de 'calidad' también. Pero no obstante hay mucha gente respecto a esta exposición que me dice que esas mujeres, si fuera por la calidad de sus cuadros, no deberían estar ahí. A mí la verdad es que no me parece que haya mucha diferencia de calidad, pero no tengo argumentos 'expertos' para defenderlo.
ResponderEliminarGracias por el blog!
Yo pienso lo mismo. Creo q como todo en la vida se requiere tiempo y si las mujeres hubieran podido dedicar su tiempo a formarse y pintar hubieran alcanzado el nivel q alcanzaron algunos pintores. Todo lo q voy viendo de mujeres pintoras me interesa pero obras maestras... Hoy en día es distinto, la q quiere dedicarse a pintar tiene los mismos medios y por tanto puede alcanzar los mismos niveles. Además, una misma persona puede hacer obras maestras y bodrios sin interés. A mí la exposición me pareció, en términos generales, de mediocre calidad y comparto muchas de las opiniones expuestas aquí por Concha Díaz.
EliminarPuedes fijarte en uno de los ámbitos comentados: La pintura de flores y bodegones de los que se dice que son "una especialidad femenina”. ¿Puedes entender que el Museo exponga 33 obras de un único bodegonista, Luis Egidio Meléndez, y no exponga ni uno solo de los que ahora puedes ver en la Exposición? Podrías elegir para comparar: Mª Luisa de la Riva, Emilia Menassade, Fernanda Francés, Julia Alcayde..., además de las pintoras del siglo XVII, la italiana Caffi y la flamenca Ykens. Cualquiera de ellas saldría airosa en la comparación. ¿Porqué hasta ahora no se han planteado la posibilidad de exponer alguna de estas obras?
ResponderEliminarEl Museo, como organismo público, está obligado a “promover la presencia equilibrada de mujeres y hombres en la oferta artística y cultural pública”, (Art. 26 LO.3/2007 de Igualdad efectiva entre hombres y mujeres). Eso significa adquirir y mostrar. Si el Prado considera que las obras de mujeres no deben estar en la Exposición permanente, deberían hacer exposiciones temporales para ellas, como esta...pero sin muletas innecesarias.
¡Gracias por los comentarios!
Muchas gracias por tus análisis, Concha. Ví la exposición ayer antes de leer tu blog y volveré ahora después de haberlo leído. ¿Habrá una tercera entrega?
ResponderEliminar