sábado, 26 de febrero de 2022

DESCUBRIENDO A CECILIA BÖHL DE FABER

La escritora Cecilia Böhl de Faber (1796 - 1877) no solo ocultó su nombre bajo el seudónimo Fernán Caballero, sino que, en la medida que pudo, también intentó esconder su rostro del conocimiento público. La carencia de imágenes de la escritora probablemente ha sido la causa de que se le hayan ido adjudicando retratos ajenos, sin ningún fundamento, en publicaciones e incluso en museos nacionales. 

Solamente la fuerza de un compromiso insoslayable con sus benefactores, los duques de Montpensier, le hizo aceptar ser pintada en 1858 por Federico Madrazo y Kuntz, el mejor pintor retratista de la época, aunque ella se resistió hasta el último momento y no dejó de arrepentirse, al menos de palabra, de haber aceptado que se le hiciera aquel retrato: "¡Ojalá no hubiese consentido en que malgastase Madrazo su magnífico pincel en copiar este mal modelo!"

El presente artículo aborda el tiempo y las circunstancias en que se realiza este único retrato de la escritora y aprovecha el hilo conductor para clarificar las cuestiones de autoría o identificación de otros presuntos retratos que lo único que tienen en común con este es que representan a mujeres contemporáneas de la escritora.
Detalle del Retrato de Federico Madrazo (Descubriendo a Cecilia - composición para el blog)

Cecilia y sus tres maridos. Una mínima biografia

Cecilia Francisca Josefa Böhl de Faber y Larrea nació el día de Nochebuena de 1796 en la ciudad suiza de Morges, estando allí de paso sus padres, la gaditana de origen irlandés Francisca Xaviera Ruiz de Larrea y Aherán (1775-1838) y el empresario y bibliófilo alemán Johann Nikolaus Böhl de Faber (1770-1836). Los primeros años de su educación los pasó en Hamburgo al cuidado de su abuela alemana, pero desde los catorce años vivió en Cádiz donde su padre desempeñó el cargo de cónsul de las ciudades de la Hansa.
Frasquita Larrea y Nicolas Böhl, los padres de Cecilia

Cecilia se casó tres veces; la primera, en abril de 1816, con el capitán del regimiento Granada de infantería Antonio Planells y Bardaxí (1788-1817), quien, según cuenta Coloma, "Vio por primera vez á Cecilia en el paseo de la Alameda ...prendóse de ella con un ardor loco y tuvo la avilantez de apostar con sus amigos media talega de duros a que antes de embarcarse para América obtenía la mano de aquella angelical criatura y se la llevaba consigo a Puerto Rico, hecha su esposa." Y ciertamente debió ganar la apuesta pues al poco tiempo se celebró la boda, trasladándose de inmediato la joven pareja  a su destino en la isla caribeña. 
Retrato de Antonio Planells realizado por J.Miguel de Roxas y Pérez de Sarrio, h1816
Col. Díaz Carvajal

Manuel Asensio, su amigo y biógrafo escribe que la unión "fue breve pero desdichada". Según una carta de Cecilia Fermín Apezechea: "Me casé niña con un hombre jóven, arrogante mozo, y fui desgraciadísima seis meses que estuve casada". Esta historia, como todo lo que ella cuenta de sí misma, está teñida de medias verdades. En realidad no era tan niña pues tenía casi veinte años cuando se casó y su marido enfermó y murió repentinamente después de quince meses de vida en común. La tensión a la que estuvo sometida le provocó una grave enfermedad y, hasta que pudo regresar a Cádiz, fue acogida por Mª Lorenza Beyens, amiga de su madre, casada con el capitán general de la isla, Salvador Meléndez Bruna, participante en la batalla de Trafalgar, cuya experiencia probablemente inspiró el primer relato publicado de Cecilia

Su segundo matrimonio, en 1822, con D. Francisco Ruiz del Arco (1796 - 1835), III marqués de Arco-Hermoso, militar de ideología liberal perteneciente a la aristocracia sevillana, fue más duradero y feliz que el primero y le permitió conocer de cerca la nobleza andaluza que luego describió en sus obras. Organizaban en su palacio una concurrida tertulia literaria en la que no faltaban personas de la alta sociedad y escritores y coleccionistas extranjeros como Washington Irving, William Stirling o el barón Taylor. La prematura muerte del marqués a causa de tuberculosis, la vuelve a dejar viuda en 1835. Al no tener descendencia el título de marqués lo hereda su cuñado José (1793-1857), casado con María Paz de la Hoz.
José Ruiz de Arco, cuñado de Cecilia. 
Detalle del Retrato Familiar pintado por A. Cabral Bejarano. 1838

Por consejo de su padre, Cecilia realizó entonces un viaje por Europa con su hermana Ángela y su marido, época en la que conoció a Federico Cuthbert con quien tuvo una relación intensa pero desigual que terminó antes de formalizarse.

Se casó por tercera y ultima vez, en 1837, con Antonio Arrom de Ayala (1814-1859), un hombre romántico, bueno, caballeroso y confiado hasta la ingenuidad, tal como le describe Carlos Fernández- Shaw (1988). Era un joven abogado, dibujante y diplomático con el que al parecer ella fue feliz a pesar de los continuos problemas que tuvieron, en un principio de salud, pues Arrom padecía de tisis y Cecilia le financió un viaje a Filipinas con la esperanza de que pudiera recobrarse en el balneario de Aguas Santas en Luzón, famoso por sus propiedades curativas. Más tarde, suponemos que ya curado, los problemas economicos empujan a Arrom a aceptar en 1853 el puesto de cónsul en Australia. Por ello gran parte de su vida matrimonial estuvo marcada por las largas separaciones que les imponía la enorme distancia. También tuvo este último marido un prematuro y desgraciado final, pues estando en Londres a los cuarenta y cinco años, cuando viajaba para reincorporarse a su trabajo en Sidney conoció la ruina financiera que le había causado su socio, lo que le llevó a quitarse la vida. 

Como corresponde a un espíritu romántico, para su final decidió rodearse de la belleza de los jardines de Blenheim Park, desde allí escribió a Cecilia participándole su determinación, y se disculpó por escrito con el duque de Malborough, por haber elegido su propiedad para quitarse la vida: "Puede ser un sentimiento infantil, pero uno no puede volarse los sesos en un camino común, [...] Por lo tanto, no he encontrado otro lugar adecuado para morir decentemente que su hermoso parque..." (Daily Southern Cross, 12.7.1859, p. 4).
Imagen actual del Blenheim Park con el palacio al fondo

Cecilia, que desde 1856 vivía en la casa que le cedió la reina Isabel II en el patio de banderas del Alcázar de Sevilla continuó viviendo allí, sola, hasta la revolución de 1868, momento en que tuvo que abandonar esa casa y trasladarse a otra más modesta en la calle de los Monsalves, y desde 1871 a Juan de Burgos, la calle que hoy lleva su nombre, donde vivió hasta su muerte. 
Postal antigua de la conocida como "Casa del magnolio" donde vivió Cecilia Böhl de Faber desde 1871 hasta su muerte, adornada con un tondo con su efigie. (La prensa informó en 2017 de la desaparición del arbol centenario que ocupaba su patio.)

En cuanto a su producción literaria tuvo dos momentos iniciales que podríamos decir ajenos a su voluntad. En 1835 apareció en El Artista su relato “La madre o Batalla de Trafalgar”, firmada con sus verdaderas iniciales C.B., aunque poco después ella misma desveló que había sido su madre, Francisca Larrea, quien había traducido y enmendado el relato escrito por ella en francés y lo había enviado a la revista. Fue el único relato de una escritora publicado por El Artista. Otra de sus historias escrita en alemán, con el título de "Sola"  fue enviada por su padre a unos amigos alemanes en septiembre de 1833, aunque no fue publicada hasta el 15 de agosto de 1840 de forma anónima en una revista literaria de Hamburgo. 

A pesar de que escribía desde muy joven, pasarían muchos años hasta que Cecilia tomara la decisión de publicar sus obras, animada por su tercer marido y quizá empujada por los problemas económicos que el matrimonio venía arrastrando. En mayo de 1849 envió a "El Heraldo" para su publicación como folletín, su primera novela "La Gaviota" redactada en francés y traducida por José Joaquín de la Mora, con la que realmente se incorpora al mundo de la literatura utilizando desde entonces el seudónimo de Fernán Caballero. Animada por el éxito, poco después, publicó "Clemencia" en el semanario Museo Español y a esta siguieron otras obras, como "Lágrimas", "La Familia de Alvareda", "Un verano en Bornos", "Un servilón y un liberalito" y muchos otros relatos y artículos, pues la demanda aumentaba y Cecilia fue dando a la imprenta todo lo que ya tenía escrito y continuó escribiendo desde entonces.

A propósito del seudónimo, Cecilia comentará: "Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid, trocando para el público, las modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero"

Las razones para el uso de seudónimo, y de este en concreto, no se han explicado. Dice su biógrafo Manuel Asensio que "Buscó el medio de que se publicara la obra sin que se conociera al autor, y la dio bajo el nombre de Fernán-Caballero, que era el de un pueblecito de la Mancha, aplicado por vez primera á un sujeto que había de hacerle tan célebre en todo el mundo, cuanto hasta entonces había sido ignorado". Por su parte Morel Fatio tras el análisis de la correspondencia de Cecilia con su mejor amigo, Antonio de Latour, dice "Personne, à ma connaissance, n'a expliqué pour quel motif Cécile a choisi comme pseudonyme ce nom de Fernán Caballero, qui est celui d'une petite localité de la province de Ciudad Real dans la Manche."

Es difícil, a pesar de algunos comentarios de la propia autora que encontramos en su abundante correspondencia, conocer con alguna precisión la motivación que le lleva a esconder su personalidad bajo un nombre masculino, pero de ellos se deduce su creencia de que era mejor considerada la lectura de un escritor que la de una escritora: "Es mi sambenito voluntario, que yo ocultaba cuidadosamente, y que Mora [su amigo y traductor], él solo que lo sabía, sacó a luz, no pudiendo resistir a los ruegos de la culta, discreta, amable y simpática Condesa de Velle. Nunca se lo perdonaré, pues desprestigió a Fernán; porque no soy yo la sola a quien choca soberanamente la pluma en manos femeninas. Además, no hay un pantalón que no se crea, en materia de escribir, superior a todas las enaguas, inclusas las de Mad. Staël."

Esa convicción de que la pluma en manos femeninas ocupa un lugar inferior parece imbuida desde su niñez, lo que sorprende dado el nivel cultural de su padre y de su madre que dirigía en la época una tertulia política y literaria de carácter conservador. En su correspondencia se encuentran retazos de su biografía, en los que parece haber sentido la desconsideración paterna de sus avances en escritura, por el hecho de ser niña, aunque, novelista al fin y al cabo, no suele resistir la tentación de adornar su relato por lo que hay que tratar sus confesiones con cierta cautela. A través de comentarios de la correspondencia de su padre, Nicolás Böhl de Faber, constatamos que él no es partidario del desarrollo intelectual de las mujeres; empezando por su propia esposa cuyas liberalidades culturales en algún momento son motivo de separación entre ellos: "...cuando ella cambie, cuando se convierta en humilde, dócil, obediente, complaciente y económica, será recibida por mí con los brazos abiertos".   

Estos y otros pensamientos de Don Nicolás recogidos por Marina Mayoral en el artículo titulado Doña Cecilia o el arte de disimular la superioridad (Bibl.Virtual Miguel de Cervantes), nos permiten vislumbrar la lucha interna de Cecilia para conciliar su vocación literaria con las posiciones divergentes de su padre y su madre en cuanto al papel de la mujer en el mundo y en la literatura. Esto podría explicar el ocultamiento de su rostro, de su nombre y hasta el hecho de distorsionar sus experiencias para dar una imagen idealizada de sí misma.       

EL RETRATO DE FEDERICO MADRAZO

Para recomponer la historia de este retrato me he servido fundamentalmente de la Agenda de Federico Madrazo del año 1858 y las cartas de ese momento que conserva el Archivo del Museo del Prado, además de la abundante correspondencia de la escritora publicada en diversos medios o el útil relato de la estancia en Sevilla del pintor en 1858, publicado por Montserrat Martí en Laboratorio de Arte 7 (1994). Para intentar comprender por qué la escritora trataba de ocultar su imagen he acudido además a sus contemporáneos: Latour (1857), Asensio (1893), Gimeno de Flaquer (1898), Coloma (1900). Morel-Fatio (1901), De Gabriel, y a otras personas que después han hablado de ella, como Nelken (1945) o Comellas (2010).

El rechazo de la escritora a ser retratada se evidencia en muchos de sus escritos más personales. Como es lógico a partir de la fama que adquiere, muchas revistas y periódicos le piden el envío de unos datos biográficos y un retrato para poder publicarlo. La negativa siempre es rotunda incluso cuando se lo piden sus más íntimos amigos como es el caso de su biógrafo Manuel Asensio: "Muchas veces habíamos pedido a Fernán Caballero su retrato; y a pesar de su bondad, nunca agotada, se resistía tan dulce como tenazmente. Era tan firme, tan decidido su propósito de pasar oscurecida, que no quería se reprodujera su figura, principalmente por el temor de aparecer en los periódicos..."(La Ilustración Bética 16.9.1881). Continúa el Sr. Asensio en el mismo artículo: "y esta tenaz resistencia sólo cedió ante el deseo de la Serma. Sra. Infanta Duquesa de Montpensier y de su augusto esposo. Madrazo pintó el retrato que se conserva en la biblioteca del Palacio de San Telmo". 

Cecilia intentó hasta el último momento detener el proyecto de realizar su retrato. El Museo del Prado conserva del Archivo Daza-Madrazo una carta del 15 de octubre de 1858 ¡tres días antes de que Madrazo comenzara el retrato! en la que para justificar su negativa a ser retratada inventa un diálogo con su criada en que esta le hace ver que si no puede pagar un retrato de un pintor tan importante sería "contra conciencia" admitirlo. (15.10.1885 Carta de Cecilia. Arch.MNP).

El proyecto de realizar este retrato posiblemente se gestó en Madrid unos meses antes del viaje que en octubre hacen Federico Madrazo y su hijo Raimundo a Sevilla. Concretamente el 8 de febrero de 1858 Madrazo anota en su agenda: "Han venido M. de Latour [escritor y secretario personal del duque de Montpensier], y el conde de Vistahermosa..." y aunque no indica el objeto de esta visita, es probable que fuera para concertar un encuentro del pintor con los Duques de Montpensier, que se produciría dos días después, tal como refleja el apunte de su agenda: "Hoy he ido a ver a los Duques de Montpensier que se van mañana a Sevilla". (10.2.1858).

Fotografía del Retrato de Cecilia Bohl de Faber (Fernán Caballero). Paradero desconocido. Pintado por Federico Madrazo en 1858 

El proceso de realización del retrato de Federico Madrazo se puede seguir con detalle a través de las anotaciones que realiza en su agenda entre el 18 de octubre y el 17 de noviembre que reproducimos a continuación. Las menciones a "Bécquer" se refieren siempre al pintor Joaquín Dominguez Bécquer (1816-1879), tío de Valeriano y Gustavo Adolfo, que es un personaje notable en la Sevilla de la época; pintor honorario de cámara y maestro de dibujo de los hijos de los duques de Montpensier; profesor de Antiguo y Natural de la Academia de Bellas Artes de Sevilla y encargado de las obras de restauración de los Reales Alcázares, donde tenía su estudio que fue utilizado por Federico Madrazo durante toda su estancia en Sevilla.

Dia 18 de octubre, lunes "...después de almorzar con Raimundo, a ver a Bécquer, a Fernán Caballero y al Sr. Williams [Julian B. Williams, académico de Bellas Artes y vicecónsul inglés en Sevilla] -después al estudio de Bécquer a arreglar agunas cosas para empezar mañana el retrato de Fernán Caballero -"


Dia 19 octubre, martes. "a las 9 he ido al estudio de Bécquer a preparar los trabajos y a las 11 ha ido allí Fernán Caballero y he empezado su retrato -"

Dia 20 octubre, miércoles. "A las 10 he ido a casa de Fernán Caballero y con ella a las 11 al estudio de Bécquer y hemos pintado bastante hoy en el retrato - "


Dia 21 octubre, jueves. "a las 10 al estudio de Bécquer donde ha ido a las 11 Fernán Caballero y a la 1 hemos acabado de bosquejar el retrato".

Dia 3 noviembre, miércoles. "A las 10 al estudio de Bécquer (antes he ido un rato a la catedral) hasta las 5 de la tarde - y he seguido la cabeza de Fernán caballero - ha ido allí M. de Latour ".

Entre los días 22 de octubre y 2 de noviembre, los apuntes de la agenda no mencionan a Fernán Caballero aunque sí escribe que va a trabajar al taller de Bécquer, excepto tres días en los que realiza un viaje a Cádiz con Bécquer y Boutelou [Director de a Academia de Bellas Artes sevillana].

Dia 4 noviembre, jueves. "A las 11 al estudio de Bécquer y también he pintado hoy en el retrato de Fernán Caballero, hasta las 4, después en casa."


Día 5 noviembre, viernes. "a las 10 (después de haber escrito a Madrid) he ido al estudio de Bécquer y he pintado en el retrato de Fernán Caballero, que ha ido de 11 1/2 a 4."

Dia 6 de noviembre, sábado. " A las 10 1/2 he ido a ver a Arrom que ha llegado a las 4 de la mañana, después he concluido el retrato de Fernán Caballero y luego hemos ido a su casa Bécquer y yo a ver las fotografías y demás que ha traído Arrom de Australia. Antes de comer he visto también a Mr. Williams y Cañaveral.

Una vez terminado el retrato, Madrazo continuará haciendo alguna visita a la escritora, la última con su hijo Raimundo el dia 17 de noviembre para despedirse la víspera de su salida para Madrid.

Para concluir el recorrido de los documentos que nos han marcado el camino de la realización del retrato, hay que señalar que, tal como señala Federico Madrazo en el correspondiente apunte de su agenda, la entrega de la obra al Duque de Montpensier se realizará en Madrid y no será hasta el lunes 9 de julio de 1860: "Hoy he llevado al Rey su retr. para el D. de Montpensier y a este el de Fn. Caballero (que hice en Sevilla)".

Apunte del dia 9 de julio de la Agenda de1860 de Federico Madrazo

Otros retratos pintados por Federico Madrazo en Sevilla

Dos retratos más pintará Madrazo durante su  estancia en Sevilla, el del pintor Cañaveral, que es mencionado en el apunte del domingo, dia 8 de noviembre: "...he realizado el retrato en busto de Cañaveral", y el retrato de la mujer del pintor Joaquin Dominguez Bécquer, de quien había dicho en carta a su hermano Luis "probablemente después haré el de la mujer de Bécquer (que es una santita como Mimí)", aludiendo al parecido de la mujer de Bécquer con Luisa, la hija mayor de Federico (Carta de 19.10.1858 Archivo MNP). 

Este retrato de la mujer de Bécquer, cuyo nombre era Francisca Rull (Sevilla, 1827- ?), se encuentra hoy en el Museo del Romanticismo, identificado erróneamente con Winnifred Coghan, la joven inglesa con la que se casará el también pintor Valeriano Becquer, sobrino de Joaquín, quien en esa época alternaba sus estancias entre Madrid y Sevilla. No parece que el joven Valeriano tuviera relación alguna con Madrazo ya que este no le menciona en los apuntes de su agenda. Por otra parte, el retrato tampoco coincidiría con la descripción que tenemos de la joven Coghan: una joven, bella, rubia y de ojos azules, tipo de virgen en tabla primitiva. (Fco. Pompey).

Como hemos señalado, la verdadera identidad de la modelo se deduce de los propios apuntes de Madrazo que el dia 22 de octubre anota: "a las 10 al estudio de Bécquer [Joaquín], donde he empezado, a las 11, el retrato de su señora y ha quedado bosquejado a las 3." Se trataría por tanto sin duda alguna del retrato de la mujer de Joaquin D. Bécquer, como ya señaló Montserrat Martí en el artículo antes mencionado. Probablemente Madrazo realiza este retrato en agradecimiento a Bécquer por la continua utilización de su estudio y porque ha sido un auténtico cicerone durante la estancia del pintor en Sevilla. 

Izq. Retrato de Francisca Rull, esposa de Joaquin D. Bécquer. MROM
Dcha. Retrato del pintor José Cañaveral. Col. Los Madrazo de la CM.
Ambos pintados en 1858 durante la estancia de Federico Madrazo en Sevilla

La historia real del retrato frente a la versión de la propia escritora...

A nadie puede extrañar que, dada la animadversión de la escritora por verse retratada en su edad madura, al no haber podido evitarlo inventara una de sus historias para justificarse. La ocasión le llegó de la mano del polifacético Luis Coloma (1851-1915), que la visitó con frecuencia durante su época de estudiante de Derecho en la Universidad de Sevilla. Cecilia en las reuniones le fue contando los episodios de su vida que deseaba ver reflejados en su biografía, no perdiendo la ocasión que se le brindaba de novelar su propia historia; por esta razón se califica de poco fiable el relato biográfico que con el título "Recuerdos de Fernán Caballero" escribe Coloma en 1910. 

Sobre el tema del retrato, ella le cuenta que en su juventud había sido preciosa y al no conservar en su vejez rastro de aquella hermosura, temía pasar a la posteridad como una anciana que nunca había sido joven. Como conservaba un retrato en miniatura de sus tiempos de Marquesa de Arco-Hermoso, en todo el esplendor de aquella belleza, con traje de terciopelo negro, diadema y aderezo de corales, pensó que no permitiendo que se le hiciese otro retrato, pasaría á la posteridad, con aquella imagen de juventud. 

Probable miniatura de la que habla Cecilia Böhl de Faber que conserva la familia Osborne y grabado de la misma, ambas reproducidas en prensa 

    "Un retrato en miniatura hecho en aquella época, demuestra cuan justa era la admiración de los que conocieron á Cecilia en su juventud." (Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca - Biógrafo y prologuista de F. Caballero).

Coloma, siguiendo el relato de la escritora, cuenta que este era su único retrato hasta que "Un día, allá por los años de 1860, [sabemos que fue en 1858] recibió Fernán Caballero un convite para almorzar con los Infantes Duques de Montpensier, en su palacio de San Telmo... y acudió al almuerzo sin sospecha de miras ulteriores: llamóle sin embargo, la atención, que al terminar el almuerzo propusiera la Infanta tomar el café en la magnífica galería de cristales que se abre sobre el jardín, toda cerrada de celosías, cosa que de ordinario no se acostumbraba. Llegaron otros dos convites con escasos intervalos de tiempo, seguidos siempre de largas sesiones en la galería de cristales. Nada sospechaba Fernán: pero al cuarto almuerzo... comenzó a sospechar algo... Estaba allí aquel día el célebre pintor Federico Madrazo, y al terminar el almuerzo el Infante, dirigiéndose a Fernán, le dijo: Cecilia, le voy a dar a V. una sorpresa...Y ofreciéndola el brazo galantemente, llevola a su biblioteca y allí, ante el pasmo de Fernán... había un magnífico retrato de Fernán Caballero, pintado por Madrazo en tres sesiones que correspondían a los tres almuerzos en San Telmo. Fernán tuvo que disimular su indignación y dar encima las gracias, permitiéndose por todo desahogo el calificar a su vera efigie de Safo aburrida". (Extracto de Recuerdos de Fernán Caballero. P. Luis Coloma S.J. 1910)

Cecilia trató de evitar la difusión pública de las fotografías del retrato realizado por Madrazo, que se utilizó aun en vida pero especialmente después de su muerte, como imagen inicial de muchas de sus publicaciones.  


En cuanto al original del Retrato de Fernán Caballero pintado por Federico Madrazo, se ignora su paradero actual pero, además de su reproducción fotográfíca, se conserva al menos una copia en la Universidad de Sevilla realizada en 1877 por el pintor Estanislao Espejo, donada por el Duque de Montpensier el mismo año de la muerte de la escritora, para formar parte de la Galería de Personajes Ilustres de dicha Universidad.
Estanislao Espejo. Retrato de Fernán Caballero según F. Madrazo. 1877 Universidad de Sevilla

El magnífico retrato de Cecilia Böhl de Faber pintado por Madrazo ocupó un lugar destacado en la biblioteca del duque de Montpensier del palacio de San Telmo. Sabemos que en 1898 los herederos de la duquesa, la infanta María Luisa Fernanda, donaron al Ayuntamiento de Sevilla 51 lienzos, que formaban una galería de personajes ilustres, de las artes, las letras y milicia, así como de reyes, entre los podría haber estado el retrato de Fernán Caballero de Madrazo.  Sin embargo no consta en la relación de la donación, ni se encuentra en ese conjunto que decora en la actualidad el antiguo comedor de gala del Ayuntamiento y tampoco figura en el epígrafe de "Bienes histórico - artísticos" del Inventario de Patrimonio del consistorio sevillano. 

Los otros retratos de Fernán Caballero

A estas alturas, podemos afirmar, con poco margen de duda, que no existen otros retratos pintados del natural de la escritora. No es concebible que ella, de la que conocemos por sus propias palabras cómo se resistió y después renegó del que le hizo Madrazo, se dejara retratar por ningún otro pintor de la época.  Coloma en su biografía menciona la existencia de un retrato que Cecilia encargó a un pintor local sacado de su propia miniatura para regalarlo a un íntimo amigo suyo, noble caballero, valiente militar y notable poeta, que se había hecho con una copia reducida del de Madrazo y lo exponía en su biblioteca de la calle de San Vicente. La copia en tamaño natural de su miniatura la envió a su amigo, con la condición de que destruyera la copia de la Safo aburrida de Madrazo... El retrato en cuestión podría ser el que reproducen algunas publicaciones de la época.
Posible retrato de Cecilia Bohl de Faber adaptado de su miniatura h.1850

A pesar de ello, quizás por desconocimiento del carácter de la escritora y de su forma de pensar, han proliferado imágenes que identifican Fernán Caballero sin otro fundamento que el de tratarse de mujeres de la época. Incluso se la confunde a veces con el bien conocido retrato de la también escritora Carolina Coronado del Museo del Prado de Federico Madrazo. (¡Cuántas veces se produce la confusión de los nombres de mujeres artistas!). Nos ocuparemos solamente de las dos que con más frecuencia se identifican con ella que, por estar catalogadas en museos de referencia, gozan de una presunción de verosimilitud generalmente aceptada.

El retrato de Manuela Monnehay de Valeriano Domínguez Bécquer, en el Museo Romántico  

El retrato que identifica a Fernán Caballero que nos resulta más sorprendente es el del Museo del Romanticismo. La sorpresa deriva no solo de la falta de similitud con la imagen fidedigna de la misma fecha que pintó Madrazo, sino del hecho de que además existen fuentes documentales que identifican a la persona retratada.

Valeriano D.Bécquer - Retrato de Manuela Monnehay. 1858 MROM

La mujer que aparece en esta obra de Valeriano Domínguez Bécquer (1833-1870), es Manuela Monnehay Moreno (1814-1855) madrina de bautizo de Gustavo Adolfo Bécquer, tal como figura en los documentos del Archivo Montesinos que pueden verse en la Biblioteca Virtual Cervantes.
Una primera apreciación visual permite ver que los retratos representan a dos personas diferentes tanto por su edad como por su fisonomía y estilo.        

La relacion de Manuela Monnehay con los Bécquer está bien documentada. Su padre, Carlos Monnehay, de origen francés, era dueño de una tienda de perfumes situada en la Plaza del Duque, 22, que también era su domicilio, en el que vivía con su esposa, Dolores Moreno y su hija. Manuela recibió clases de pintura de José Domínguez Bécquer y por su cercana amistad con la familia fue madrina de bautizo de Gustavo Adolfo(La Madrina de Bécquer. Santiago Montoto. ABC de Sevilla28/08/1970). 

Cuenta su íntimo amigo Narciso Campillo que, al morir sus padres, sus seis hijos fueron acogidos por distintos familiares y "Bécquer [Gustavo Adolfo] fue recogido por la señora de Monehay, su madrina de bautismo, persona de claro talento, que poseía bastantes libros, y ¡cosa rara en mujer! que los había leído todos. Esos libros fueron una mina para Gustavo. Los leyó, los releyó, y como algunos estuviesen destrozados, faltándoles ya el principio, ya el fin, los empezaba o concluía de su cosecha..." (La Ilustración de Madrid, 15.1.1871).  

El retrato de Señora de Eduardo Cano de la Peña, del Museo de Bellas Artes de Sevilla. 

El segundo de los retratos que tradicionalmente se identifica con Fernán Caballero es el realizado por el madrileño afincado en Sevilla Eduardo Cano de la Peña (1823 - 1897) que no está firmado ni fechado, y se encuentra, no expuesto, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
E. Cano de la Peña. Retrato de Señora. MBA Sevilla

Se trata de un óleo sobre tabla de pequeñas dimensiones, 21,80 x 16,30 cm, que representa a una señora de mediana edad, probablemente viuda, por el velo negro que lleva, con detalles característicos de su fisonomía que la diferencian de la imagen que conocemos de Fernán Caballero, ojos oscuros y en especial el pelo ondulado de un color negro azabache, mientras la escritora tenía el pelo y los ojos claros. En la descripción de su alter ego, Clemencia, Cecilia se describe a sí misma: "De mediana estatura y perfectas formas; blanca y sonrosada como un niño inglés; su dorado cabello la cubría toda cuando estaba suelto como un manto real de oro."

Las imagenes evidencian claras diferencias entre las dos mujeres retratadas

Los grabados

Después de la muerte de Cecilia se destapó por completo el velo del anonimato de la escritora, empezaron a referirse a ella habitualmente como Cecilia Böhl de Faber y no como Fernán caballero, y al mismo tiempo aparecen imágenes que probablemente ella no hubiera aceptado. Las nuevas representaciones de la escritora se mostraban a través de grabados realizados a partir de fotografia o de dibujo, como el que el artista Antonio A. Morgado trazó de memoria, que sirvió de original para el busto de mármol que hoy continúa sobre la entrada de la última casa en que vivió Cecilia. Su figura coincide con la descripción que conocemos de ella en su última etapa: tocada con una cofia de encaje que le sujetaba el pelo y atada con un lazo al cuello. Ella misma le escribe a su sobrina: "Sobre la cofia blanca tupida llevo el precioso pañuelo de lana gris y fleco negro que me regalastes". (Carta 30.1.1877)

Fernán Caballero, Dib. Badillo, Grab.Carretero según original  de A. Morgado
Placa con busto según Morgado y una inscripción: En esta casa falleció Fernán Caballero - abril 1877 - Infantes duques de Montpensier dedican este recuerdo. 

A su amigo Latour, debemos el grabado que encarga tras su muerte tal como escribe a Antonio Asensio: «Fernán Caballero me había regalado una fotografía suya, que la representaba enseñando la lectura a una niña del pueblo; he sabido después de la muerte de nuestra ilustre novelista, que de esas fotografías dos solamente existían. La otra la poseía S.A.R." (Scéaux el 27 de Junio 1879). A partir de esa última, realizada por M. Leloir dibuja y graba el retrato el pintor y grabador Tomás Povedano (1847-1943).
Grabado de Povedano sobre fotografía de M. Leloir (1879)

Finalmente, una de sus efigies más conocidas es la realizada ya en 1893 por Bartolomé Maura (1844-1926), pintor y grabador de gran prestigio, cuyo retrato, no sabemos si proviene de fotografia o de un dibujo propio, podría haberse inspirado en el de Madrazo.
Cecilia Böhl de Faber por Bartolomé Maura 1893 (BNE)