La educación artística moderna se encuentra estrechamente ligada a la institución de las Academias de Bellas Artes decimonónicas, estructuradas para formar parte de un sistema económico, político y social en el que la enseñanza artística no era el único sino un componente más de su entramado. El origen y evolución de este tipo de instituciones en Portugal y España corren una vida casi paralela con ligeras variaciones en sus tiempos y en sus funciones.
La Academia de Bellas Artes de Lisboa fue creada en 1836 en el convento de San Francisco de dicha capital reuniendo una gran colección de obras de arte provenientes de la desamortización de 1834. La disolución de las órdenes religiosas supuso, como en el caso español, la nacionalización y venta del patrimonio de la iglesia. La Academia lisboeta, inaugurada finalmente en 1837, tenía la misión de organizar exposiciones, en principio cada tres años; la misma previsión se estableció para la Academia creada en la misma fecha en Oporto.
Portugal, fue pionera en la creación de una Academia de Bellas Artes en Roma en 1720, en el palacio Magnani, una lujosa institución que incluía la enseñanza y promoción de la Música entre sus Artes, aunque tuvo una vida efímera pues hubo de cerrar en 1728 tras la ruptura diplomática del gobierno portugués con la Santa Sede, lo que supuso la salida de todos los nacionales portugueses de Roma.
Hacia 1860 se crea la Sociedad Promotora de Bellas Artes de Portugal, que permanece viva hasta 1887. Esta institución, creada con el objetivo de promover exposiciones públicas para divulgar y comercializar las obras de artistas contemporáneos tuvo un papel más importante que las propias Academias en la promoción de los artistas lusos.
La presencia académica oficial española en Roma no se producirá hasta 1873. a pesar de que su principal institución promotora, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando había sido creada en el siglo anterior (1752). A partir de 1856 de acuerdo con un Real Decreto de Isabel II, se establece la celebración de Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, de carácter bianual, que se convierten en motor del desarrollo artístico nacional favoreciendo la profesionalización de los artistas, el desarrollo de la crítica y del mercado del arte.
En el ámbito artístico las relaciones entre Portugal y España han sido irregulares a lo largo del tiempo, siempre existentes a nivel de artistas, pero alternando periodos de colaboración y de aislamiento entre sus instituciones tanto académicas como asociaciones profesionales. Las relaciones políticas entre ambos reinos desde la revolución del 68 con la salida de España de Isabel II, hasta 1871, habían dado lugar a un periodo de más de dos años de inestabilidad a causa de la indecisión de Fernando de Coburgo, padre del rey portugués, para aceptar la candidatura al trono español que con tanta insistencia se le ofreció. Las negociaciones llevadas a cabo por Fernández de los Ríos, ministro plenipotenciario ante la corte portuguesa, se producían en un contexto de tensión entre iberismo y anti-iberismo que terminó en fracaso y tuvo como resultado, de todos conocido, el ofrecimiento y aceptación de dicha corona por el Duque de Aosta, Amadeo de Saboya. El hecho de que este fuera hermano de la reina consorte de Portugal, María Pía de Saboya, contribuyó a la mejora y el estrechamiento de lazos de amistad entre ambas monarquías.
Un ejemplo de esta buena armonía la encontramos en un hecho singular que recoge la prensa portuguesa que informa del obsequio que la Academia española realiza a la de Lisboa:
«El jueves entraron en la Academia real de Bellas Artes, procedentes de Madrid, 47 cajones conteniendo 17 estatuas, dos medias estatuas, dos bustos, seis cabezas, una máscara,, 27 extremos, dos perros y dos leones, modelados en yeso; así como también 300 grabados, ocho fragmentos de la Alhambra, muchos libros y una cantidad respetable de objetos arqueológicos. Según el diario de Noticias, el ministro de España, [Fernández de los Ríos] acompañado del señor Bañares, hizo entrega al señor marqués de Sousa Holstein de los referidos objetos, asistiendo el señor Bañares al reconocimiento de los cajones, cuyo contenido llegó en el mejor estado, Alguna de las estatuas ya las poseía dicha Academia. Va á hacerse de todo una exposición pública en dos salas de la galería de pinturas, único local de que allí puede disponerse al efecto provisionalmente. Es un regalo de muchísimo valor el que nos hace la nación vecina y amiga, y al cual estamos en el deber de corresponder enviando á España cuantos objetos de arte podamos de entre los que poseemos.» (La Iberia 22 de junio de 1871)
Esta disposición había sido tomada meses antes por el Ministro de Fomento tal como figura en el Acta de la sesión de la Academia celebrada el 24 de abril de ese mismo año bajo la presidencia de Madrazo, en la que se da cuenta de la Real orden ministerial de Ruiz Zorrilla disponiendo "que se saque una colección de vaciados de las esculturas más notables de la Academia para regalar a los museos de Lisboa...".
Desde su implantación en 1856 se habían celebrado en Madrid siete exposiciones en las que, de acuerdo con el Reglamento inicial eran admitidas a concurso obras de artistas nacionales y extranjeros siempre que las de estos últimos hubieran sido realizadas en España. Esta limitación supuso que hubiera una escasa participación de artistas foráneos en las exposiciones. Este hecho cambiará a partir de 1871 con la nueva normativa aprobada por el Ministro de Fomento en nombre del rey Amadeo I.
El nuevo Reglamento de 14 de abril de 1871 determina en su artículo 2º "Podrán concurrir á estas Exposiciones los artistas españoles y extranjeros, sujetándose á las prescripciones de este Reglamento. Todos tendrán derecho á los premios que se establecen; pero la adquisición por el Gobierno de las obras que concurran al certamen se hará sólo entre las que pertenezcan á autores portugueses ó españoles". Esta nueva posibilidad de adquisición abierta a los artistas de la nación vecina constituyó un aliciente importante a su participación, lo que se hizo patente en la Exposición celebrada en 1871.
El ministro plenipotenciario español en Lisboa, Ángel Fernández de los Ríos (1821– 880), periodista, político e historiador, tuvo un importante papel en los preparativos, en las relaciones y en el buen ambiente que se respiró en todo tiempo entre artistas y representantes de ambos países. A pesar de haber fracasado en la misión que le había encargado el gobierno de negociar la aceptación de la corona de España por padre del rey Luis I, Fernández de los Ríos ejerció su ministerio con absoluta dedicación consiguiendo mantener unas cordiales relaciones entre ambos países.
La comisión organizadora
El primer ministro portugués, António José de Ávila, Duque de Ávila (1807-1891), en nombre del rey dicta las instrucciones para la selección de las obras que han de concurrir a la exposición española para lo cual se formó un jurado compuesto por siete miembros: tres por parte del Gobierno, Francisco de Sousa e Holstein, Marqués de Sousa Holstein (1838-1878), par del reino y vice-inspector de la Academia Real das Bellas Artes de Lisboa, Francisco de Azeredo Teixeira, Conde de Samodães, (1828-1918) vice-inspector de la Academia de Bellas Artes de Oporto, y Antonio Tomás da Fonseca Pinto, profesor de la Academia de Lisboa que será el Secretario de la comisión; los cuatro miembros restantes de la Comisión serían elegidos por los propios artistas. En la sesión constitutiva del Jurado se acuerda que Sousa, como presidente de la Comisión, represente los intereses del conjunto de artistas queque participen en la exposición madrileña.
Retrato del primer ministro luso António José de Ávila, por M. A. Lupi.1880
Der.:Marqués de Sousa Holstein (Academia de Lisboa)
Conde de Samodães, Vice-inspector de la Academia de Oporto Retratado por Francisca de Almeida Furtado.
y a la derecha Antonio Tomás Fonseca, Profesor de la Academia de Lisboa. (Olisipo, Janeiro/Abril 1967)
Dos personajes, uno portugués y otro español tendrán un papel especial en los eventos de la Exposición: por parte portuguesa hay que destacar la función representativa del grupo portugués del Marqués de Sousa Holstein; y por la parte española, su anfitrión, Federico Madrazo y Kuntz.
Francisco de Borja de Sousa Holstein, va a ser el personaje clave en la organización y presencia de la delegación portuguesa en la Exposición de Bellas Artes, haciendo el papel de representante no solo del gobierno portugués sino de sus instituciones artísticas. Sousa, doctorado en Derecho inició su carrera, siguiendo la tradición familiar, en el mundo diplomático, siendo enviado primero a Roma y luego a Florencia donde desarrolló su interés por las Bellas Artes. En 1861 fue nombrado académico honorario de la Academia de Bellas Artes de Lisboa; al año siguiente, asumió la presidencia de la Sociedade Promotora de Belas Artes y poco después fue nombrado vice-inspector de la Academia, con el encargo de representar al inspector general (el propio Ministro del Reino) en su administración.
Artistas portugueses en la Exposición
La Comisión nombrada por el Gobierno Portugués presenta el Catálogo de artistas con obras seleccionadas en los que se incluyen, además de escultores y arquitectos que no vamos a considerar aquí, un total de veintidós artistas gráficos entre pintores, dibujantes, miniaturistas y grabadores, aunque el total de artistas de estas especialidades presentes en la Exposición fueron veinticinco ya que algunos evitaron el paso por la comisión y enviaron las obras por su cuenta. No referimos a los Bordalo, padre e hijo, amigos de Federico Madrazo y del embajador Fernández de los Ríos, que enviaron sus obras directamente a la exposición. (Carta de Manuel Mª Bordalo a Federico Madrazo 16.9.1971, Archivo MNP). También presentó una obra de forma independiente la pintora Purificación Moreno que la envía desde Florencia.
Los artistas portugueses participantes fueron los siguientes:
Los premios de la Exposición

El Reglamento aprobado en 1871 establecía la concesión de 24 premios de tres clases: Cuatro primeros, cuatro segundos y cuatro terceros para la Sección de Pintura; dos primeros, dos segundos y dos terceros para la Escultura y grabado en hueco; un primero, un segundo y un tercero para la Arquitectura, y un primero, un segundo y un tercero para el grabado en láminas.
Por la importancia en cuanto al número y calidad de obras presentadas el Jurado propone al Gobierno la ampliación de los premios, lo que dio lugar a una Real Orden del Ministerio de Fomento que establecía nuevos premios 'fuera de Reglamento', sin derecho a que pudieran adquirirse por el Estado. Bajo esta premisa la Orden establecía: "Un premio de primera clase, seis de segunda y doce de tercera para la pintura en sus diversos géneros; tres de segunda y cuatro de tercera para la escultura y grabado en hueco, y dos de segunda y tres de tercera para la arquitectura".
Los premios concedidos a artistas portugueses excepto uno de escultura, correspondieron a estas categorías ampliadas. De ellos, de los artistas y de sus obras hablaremos en detalle en una próxima segunda parte.
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