La Exposición de Filipinas en Madrid de 1887 se componía de ocho Secciones, según se explica en su Catálogo-Guía, (BNE), tantas veces comentado en este blog. La Sección Primera, cuya organización corrió a cargo del biólogo-malacólogo Joaquín González-Hidalgo (1839-1923), estaba dedicada a la Naturaleza de los Territorios Españoles en Oceanía y prestaba especial atención a la Geología mostrando un importante número de ejemplares de rocas y minerales. Su importancia numérica solamente era comparable con la dedicada a la Flora y Fauna del Archipiélago que constituían la Sección Quinta de la Exposición.
La presencia de objetos y muestras presentados en esta Sección Primera, al igual que el conjunto de la Exposición, fue fruto de una gran tarea colectiva con aportaciones heterogéneas a las que contribuyeron además de un importante número de personas individuales, aficionados y coleccionistas, todo tipo de instituciones privadas y públicas en representación de localidades y provincias, destacando entre las de la Administración el Servicio facultativo de la Inspección de Minas del Archipiélago que recibió el Diploma de Honor por sus aportaciones.
La Inspección General de Minas de las Islas Filipinas que se había creado en 1837 tuvo como primer responsable al ingeniero de minas Isidro Sainz de Baranda San Juan (1806-1878), hijo del famoso alcalde madrileño, que se hará cargo de ella a finales de 1838 y realizará el primer estudio geológico sobre el archipiélago. En 1876, se establece la vinculación de los trabajos geológicos de la Inspección de Minas de Filipinas con la Comisión del Mapa Geológico de España, lo que impulsara un gran desarrollo de la investigación geológica en el archipiélago.
Los facultativos de la Inspección de Minas de Filipinas habían ido formando una numerosa colección de minerales y rocas con la que habían participado en las exposiciones internacionales de Viena (1970), Filadelfia (1876), y Amsterdam (1883) y en las nacionales de la Minería en Madrid (1883), la de Filipinas en Madrid (1887) y, finalmente en la Regional de Manila (1895)
La Inspección desarrolla su función en las Islas durante sesenta años aunque no siempre mantuvo su rango inicial ya que un año antes de la exposición, en 1886, fue suprimida por falta de presupuesto y reducida a un negociado de la D.G. de Administración Civil del Gobierno General de las Islas, en el que se mantuvo al ingeniero de Minas Enrique Abella y Casariego (1847-1913), con su auxiliar Enrique d’Almonte (1858-1917). facultativo de Minas, naturalista, geógrafo y dibujante, que fueron los encargados de realizar su cierre definitivo en 1898.
Volviendo a la Guía de la Exposición de la Exposición de Filipinas de 1887, sabemos que su redacción le fue encargada al periodista y escritor asturiano Antonio Balbín de Unquera (1842–1919) en colaboración con el ingeniero de Montes Ramón Jordana y Morera (1839-1900), que había formado parte de la Inspección de Montes de Filipinas hasta 1885.
Antes de enumerar los objetos presentados en la Sección Primera, la Guía señala en su introducción: "La riqueza del reino mineral en Filipinas es muy grande y como muestra de esas riquezas naturales hay en la sección ejemplares de cobre, hierro, azufre, cuarzo aurífero, mármoles, plomo y otros minerales, y á primera vista se comprende el partido extraordinario que en un día, con el esfuerzo del capital y el trabajo aunados, puede sacarse de esta riqueza del subsuelo".
En los Grupos en que se divide la Sección Primera dedicados a la Geología, se describen las publicaciones del Servicio Facultativo de Minas, una amplia muestra de rocas, instrumentos, herramientas, fósiles, mármoles, productos volcánicos, aguas termales y vistas de volcanes, incluyendo dos interesantes maquetas de volcanes. Otros Grupos se destinan a la exposición de objetos relativos a la Minería (técnicas) y a la Mineralogía (minerales), presentando útiles, herramientas, colecciones de minerales, piedras preciosas y substancias minerales con un total de 108 expositores que presentan más de 300 muestras, destacando por su número, de nuevo, la aportación del Servicio Facultativo de Minas.
Antes de seguir hablando del camino que pudieron seguir estas colecciones de minerales y rocas que formaron parte de la Exposición hablaremos de los dos Museos Mineros que se encuentran en el histórico edificio de la Escuela de Ingenieros de Minas de la calle Ríos Rosas de Madrid y sus colecciones filipinas.
El Museo Histórico Minero y su colección de Minerales de Filipinas
El Museo Histórico Minero de la de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) fue creado en 1831 y recibió sus primeras colecciones de minerales y rocas procedentes Freiberg (Sajonia, Alemania) enviadas por los pensionados españoles como Lorenzo Gómez-Pardo o Isidro Sáinz de Baranda que realizaban allí sus estudios de minería.
La colección de minerales llamada "de Filipinas" que en la actualidad subsiste en este Museo fue enviada a España en 1897, en la época del inicio de las revueltas que darían lugar a la pérdida de la Islas. El conjunto de minerales enviado ha sido estudiado en fechas recientes por Jesús Villar Endrino (La Colección de Filipinas. 2018).
De acuerdo con la información que proporciona este especialista, la actual Colección de Minerales de Filipinas la integran 236 ejemplares procedentes del envío realizado por el ingeniero de minas, Sr. Abella, documentado mediante decreto de 8 de julio de 1897, firmado por el Gobernador General de la Islas, Fernando Primo de Rivera y Sobremonte. La colección se completa con algunos ejemplares procedentes de donaciones anteriores de los propios ingenieros de Montes, que son los que se encuentran expuestos.
La colección de rocas Filipinas del Museo Geominero está compuesta por un total de 361 ejemplares y al parecer es la única de esta índole conservada en museos españoles, formada por los facultativos destinados en la Inspección General de Minas de aquel archipiélago. Considera Jesús Villar que podría tener un origen similar al de la colección de minerales del Museo Histórico aunque, en este caso, no se han encontrado los documentos que lo acrediten.
De acuerdo con el estudio publicado por el Instituto (Rábano, González-Laguna & Torres-Matilla, 2019), "...la naturaleza de la mayoría de las rocas de la colección es eruptiva (basalto, toba volcánica, traquita, etc.), es decir, formadas como consecuencia de la actividad volcánica en el fondo marino de hace millones de años. Cuenta también con rocas sedimentarias, como areniscas o calizas. Todas provienen de la isla de Luzón, y nueve de ellas fueron recogidas en la isla de Talim, una pequeña elevación dentro de la Laguna de Bay... Del inventario de esta colección se puede deducir que el objetivo de la recolección de rocas comunes era el conocimiento geológico del territorio."
Una vez mencionadas las dos colecciones, de minerales y rocas, almacenadas en los dos museos mineros madrileños y con la convicción de que en ambos casos estamos hablando de ejemplares directamente enviados desde Filipinas, coincidiendo con la finalización de la presencia de la Administración española en las Islas en las postrimerías del siglo XIX, volvemos a plantearnos el destino dado a las colecciones presentadas en 1887 en la Exposición de Filipinas en Madrid.
A la búsqueda de los minerales y rocas de la Exposición Filipina en Madrid de 1887. El Museo-Biblioteca de Ultramar
Como es conocido, en el solemne acto de inauguración de la Exposición madrileña el 30 de junio de 1887, (que fue perpetuada en un cuadro de Amérigo), el Ministro de Ultramar, Victor Balaguer terminaba su discurso anunciando: "y declaro igualmente inaugurado este pabellón que servirá en lo futuro de Museo Ultramarino permanente".
Este hecho se materializó meses más tarde, al finalizar la Exposición, con la creación del Museo Biblioteca de Ultramar. MBU (1887-1908) que fue bautizado como Museo María Cristina, en testimonio de la alta protección dispensada por la soberana. Instalado en el llamado Palacio de la Minería del Parque del Retiro de Madrid, hoy Palacio de Velázquez, al que sirvieron de base los objetos que habían constituido la Exposición, que fueron ampliándose paulatinamente.
Aunque no disponemos del Catálogo detallado del MBU, conocemos por la descripción recogida por Antonio García Llansó en su libro "El Museo-Biblioteca de Ultramar" (1897) que existía en él un "primer grupo" en el que se exponían los objetos procedentes de la Sección Primera de la Exposición, de los que comenta:
"Llaman la atención en el primer grupo algunos planos de las islas y provincias del archipiélago, singularmente los que atañen á las islas do Luzón, Panay, Cebú y Mindanao, así como los ejemplares de rocas y un cono de sílice concrecionada de las termas de Naglagbong en Albay y los modelos en relieve de los volcanes de Nayong y Taal.".
Estas dos maquetas que también figuraban en el Catálogo de la Exposición Filipina han llegado hasta nosotros y se encuentran en la actualidad en el Museo Nacional de Ciencias Naturales -MNCN-CSIC.
Continúa Llansó: "Digna representación tiene la mineralogía, conforme lo demuestran los notables ejemplares de carbón, que se extiende por todo el archipiélago en espera de capitales y brazos que quieran beneficiarlo, de cuarzos auríferos, que allí existen, los de oro nativo, que no hay monte que no oculte y río que no lo arrastre en sus arenas, hierro oligisto, magnético, feldespático, hidroxidado, caliza marmórea, selenita, cobre, galena y toba volcánica, descollando un cristal de cuarzo hialino de la Paragua y algunos ejemplares de xilópalo ó madera petrificada...".
A pesar de lo escueto de la descripción de Llansó, deducimos que si no toda, al menos parte de la colección de Rocas y Minerales presentados se mantuvieron en la exposición permanente del Museo Biblioteca de Ultramar.
Cuando se produce la disolución del Museo, en 1908, ese contenido, al igual que el resto de obras, objetos libros, mapas... fue repartido en las instituciones especializadas que se consideraban relacionadas con los objetos expuestos. La Real Orden firmada por el ministro Faustino Rodriguez San Pedro encarga al Presidente del Patronato del Museo-Biblioteca de Ultramar que forme una Comisión, compuesta por Marcelino Menéndez y Pelayo, Director de la Biblioteca Nacional; Juan Catalina García, Director del Museo Arqueológico Nacional; Ignacio Bolívar y de Urrutia, Director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, y Manuel Antón y Ferrándiz*, Director del Museo Antropológico, que determine los libros y objetos que deben pasar a cada uno de los establecimientos mencionados.
*A la fecha de la Real Orden, 4 de Febrero de 1908, el Museo de Antropología formaba parte del de Ciencias Naturales. No será hasta 1910 que se haga autónomo. Dentro de sus colecciones, en la actualidad, se conserva un gran número de objetos de antropología de Filipinas procedentes del Museo de Ultramar.
La urgencia de vaciar el recinto del Museo para liberar el espacio en el que se iba a montar la Exposición de Bellas Artes del año siguiente debió dar lugar a una distribución algo precipitada de la que no parece haberse dejado constancia. En palabras del senador Tirso Rodrigañez Sagasta (anteriormente miembro de la Junta del Museo) "al día siguiente de conocerla [la orden de disolución], estaban los carros de mudanza recibiendo a montones toda aquella riqueza atesorada en el trascurso de tantos años”. (Diario de Sesiones, Senado 22.2.1908). Debido probablemente a esta premura, fue necesario hacer numerosos "ajustes" posteriores entre los museos mencionados e incluso envíos hacia otros no consignados en la orden.
Conocemos el destino de los 20.000 volúmenes de la Biblioteca de Ultramar, catalogados en 1900 antes de la disolución y destinados en su mayor parte a la Biblioteca Nacional. Las pinturas y esculturas que pasaron al Museo de Arte Moderno, el conjunto de objetos de indumentaria, trajes y costumbres que quedaron adscritos en 1910 al Museo de Antropología, y el probable retorno a sus institutos de origen de los objetos de Marina y Guerra (secciones 3 y 4) y los elementos no perecederos de la Flora (Sección 5) pasaron al Jardín Botánico. No se conoce en cambio el destino final dado a las secciones de Geología y Mineralogía que consideramos que no podía ser otro que el Museo de Ciencias Naturales.
Entre los muchos autores que han escrito sobre la historia de las colecciones del actual Museo de Ciencias Naturales, Ordaz, García Guinea, Sánchez Pérez y Gutiérrez Blanco, Lobón-Cerviá y Morales no he encontrado mención alguna de las aportaciones que sin duda recibieron del Museo Ultramarino a pesar de que la Orden por la que se produce el desmantelamiento del mismo es taxativa al respecto. Además, la presencia de las dos maquetas de los volcanes de Nayong y Taal estudiados por Carmen Martínez (MNCN-2018), mencionados anteriormente, demuestra que los objetos del MBU llegaron al MNCN.
El Museo Nacional de Ciencias Naturales atesora una gran colección de Geología compuesta por minerales, (16.000 ejemplares), rocas (1583 ejemplares); meteoritos (319); y lapidarios (800). Estos datos, tomados del estudio "Las colecciones de Geología del MNCN" (Sánchez-Almazán, Alcalá y Sánchez Chillón), que hace un recorrido por la historia de sus colecciones, en el que no se menciona ninguna aportación del Museo Biblioteca de Ultramar. Siendo el organismo más importante entre los beneficiarios de su disolución habría alguna huella del importante ingreso que en 1908 hubiera debido suponer la entrada de las colecciones filipinas en dicho Museo.
Cabe pensar que las colecciones de rocas y minerales que conservaba el MBU procedentes de la Exposición Filipina pudieran encontrarse en el almacén de este Museo y sería deseable que se pusieran los medios necesarios para su localización e identificación como ha ocurrido recientemente con las dos colecciones de los Museos Mineros comentadas.
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